Opinión

Las diputaciones y las urnas

Poco se conoce en Vigo qué es la Diputación, pese a los enormes esfuerzos realizados en los últimos años para mostrarse ante los vecinos, incluyendo la adquisición de una sede propia en el Casco Vello, mayor que la anterior, en la calle Oporto. Pero la Diputación no deja de ser la imagen visible de la provincia, su manifestación material, justo lo que en Vigo supone el enemigo a batir. Otra cosa sería si la provincia tuviera otro nombre, bien Pontevedra-Vigo o Rías Baixas, pero eso no está en la agenda ni se espera. Las diputaciones no resultan inútiles, sino importantes para los ayuntamientos porque manejan millones y de ahí la batalla por su control, que en Pontevedra es objetivo número 1 tanto para el PP como para el PSOE. En algunos territorios supone un poder alternativo a los propios gobiernos autonómicos, como en el caso del País Vasco o incluso dentro de Galicia en el interior, mientras que en otras partes prácticamente carecen de función, como pasa en Cataluña, pero incluso así resultan apetitosos organismos. Para los ciudadanos suponen una incógnita, comenzando por la forma de elegir a los diputados provinciales, un proceso indirecto y complicado por partidos judiciales que solo conocen los expertos. ¿Cuál es el encaje de las diputaciones en un Estado dividido en comunidades? Hay dudas tan serias que fueron eliminadas en las autonomías uniprovinciales. Pero el caso es que existen y no van a desaparecer si antes no se disuelven las provincias, cuya salud de hierro está más que comprobada: han aguantado dos repúblicas, tres restauraciones, dos dictaduras, estados unitarios, autonómicos y federales. Son de titanio.
La paradoja es que será en Vigo donde se decidirá quién la gestionará los próximos cuatro años y con ello un torrente de millones.

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