Opinión

Confianza en Vigo

Creo que ahora mismo lo peor que podría pasarle a Vigo sería que los extranjeros que llegan hasta este punto del Fin de la Tierra dejen de confiar en la posibilidad de construir una vida en esta ciudad. ¿Exagero? No hay más que echar un vistazo a los más recientes datos basados en el INE para comprobar que vamos directos hacia el iceberg. La natalidad no repunta y continúa hundiéndose, y solo la llegada de inmigración permitirá equilibrar los números y mantener la nave a flote. De hecho, están llegando y con fuerza: el Concello cifra en 23.000 los extranjeros censados en estos momentos, el número más alto de la historia local, en su mayoría venezolanos y colombianos que escapan del caos social, económico y político instalado en sus respectivos países gracias a gobiernos iliberales, ineficientes y populistas. Si el flujo se detiene y los inmigrantes apuntan hacia otros destinos, Vigo está perdido. Así de claro. 

Para que esto no ocurra tiene que darse una condición necesaria, aunque no única: que haya posibilidades reales de trabajar para así asentarse, formar familias y resetear esta ciudad que se está haciendo vieja a toda velocidad, a medida que colisionan dos valores, uno positivo y otro negativo: la esperanza de vida aumenta a un ritmo de un año cada lustro, mientras la natalidad se desploma todavía a mayor velocidad. Sin opciones laborales, nada que hacer, y los que alcanzan Vigo acabarán por irse a otro sitio. Dar o no confianza, en definitiva esa es la cuestión.

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