Opinión

A Coruña y Braga

A Coruña consiguió el pasado año un doble premio, uno seguro y otro por concretar. El segundo, la probable instalación de la naviera noruega Maersk, con su nueva base de metanol, en el puerto de Punta Langosteira, y la promesa de miles de empleos. El primero, obtener la sede de la nueva Agencia Estatal de Inteligencia Artificial, que supondrá colocar a la ciudad en la punta tecnológica europea. 

Mientras tanto, en el otro lado de la eurorregión, Braga continúa creciendo como un puntal económico e industrial. La ciudad pasó una “longa noite de pedra” de la que despertó cuando llegó un nuevo alcalde, Ricardo Rio, con buenas y nuevas ideas que ha conseguido plasmar. El gran avance ha sido la instalación del Laboratorio Ibérico de Nanotecnología, un consorcio hispano-portugués, que puso en el mapa a una ciudad que decaía a ojos vista. Esta misma semana, el mismo Rio anunciaba que varias empresas de alta tecnología habían elegido Braga para instalarse, creando empleo de calidad. Entre las firmas hay al menos una española. Es curioso: el laboratorio fue instalado en una parcela municipal en la que funcionaba un parque de atracciones modesto pero que servía de imán a miles de gallegos. Pero las autoridades locales no dudaron y echaron abajo Bracalandia para construir en su lugar el centro de nanotecnología. Un éxito absoluto y además permanente. Braga estaba a la sombra de Oporto y su potente área metropolitana, que compite directamente con Lisboa y el suyo. Ahora ya no: compite perfectamente gracias a su despliegue como polo de conocimiento tecnológico y también comercial: hace ya algún tiempo que Ikea abrió una tienda, mientras que en Vigo está todavía muy lejos ese momento, si es que algún día se produce. El lugar elegido, el nuevo Parque Comercial de Beade-Valladares de Zona Franca, todavía no ha comenzado a urbanizarse, después de quince años de proyectos y anuncios. Así también es Vigo.

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