Opinión

Ese maldito eufemismo cosmético

El eufemismo es definido por la Real Academia Española (RAE) como la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. La actual fase de confinamiento y posterior entrada en la nueva normalidad, me ha permitido oír y leer expresiones del actual Gobierno, en las cuales se hace referencia, términos tales como desescalada, desconfinamiento, solidaridad, países frugales y otros vocablos que en aras de una iniciativa llevada a cabo por la misma RAE, buscan compartir palabras que nos acompañan en estos tiempos difíciles y que nos reconforten ante la incertidumbre.  Bajo la etiqueta #QueLasLetrasTeAcompañen, se repasan todas las letras del abecedario, con una grafía especial, y se proponen palabras curiosas que tienen un don compartido: hacernos sentir mejor.  
Algunas de estas palabras están al menos indirectamente relacionadas con el mundo de las finanzas y evidentemente han surgido desde la crisis del 2008 con mayor profusión, siendo precisamente ésta, la palabra crisis una de las que suele suscitar mayor uso de sinónimos eufemísticos, en que parece evidente se observa, que la única pretensión es la disfrazar, tergiversar u ocultar una realidad económica enrevesada, con el fin de reconfortar. Y sino recuerden: ralentización económica, aterrizaje suave, ajuste temporal, crecimiento negativo, enfriamiento económico internacional, desaceleración económica relativamente sincronizada, etc…
Desde los tiempos del presidente Rodríguez Zapatero, hasta el actual Pedro Sánchez,  pasando también por Mariano Rajoy, creo que todos hemos percibido un incremento exponencial, de las mismas, desde los denominados brotes verdes de la ministra Elena Salgado, y que todos los gobiernos desde entonces, han usado para justificar/alentar/acreditar/ocultar/hacernos sentirnos mejor las consecuencias de sus políticas económicas, y que llevaron al uso de esos malditos eufemismos, para defender subidas de impuestos que se convirtieron, por obra y gracia del ministro Montoro, en cambios en la ponderación fiscal y el famoso crédito que iba a pagar la banca, que según el ministro Luis de Guindos era un préstamo en condiciones muy favorables y que fue considerado como un no-rescate, para el ejecutivo de Mariano Rajoy, llegaron a tildarlo positivamente para el país y a su vez, negando el fenómeno contrario hasta la saciedad.
Ese proceso implicó no sólo a España, sino a otros países, el encaje de un mecanismo de solidaridad por parte de Europa, y que con la ayuda de los men-in-black, trajo como consecuencia la recapitalización del sistema financiero español,  un bonito eufemismo para referirnos a rescatar a la banca, inflándola de dinero para limpiar las cuentas de los bancos de su basura (activos tóxicos), llegando al extremo de socializar y hacer públicas las pérdidas de los bancos privados, con los resultados, no sólo por culpa del sector bancario, que hemos comprobado en nuestras carnes: aumento de déficit y deuda público, paro, desigualdad, peores condiciones de trabajo, caídas salariales, recortes… 
Actualmente el término desescalada, término que la RAE, no recomendaba y que ahora reconoce desde abril del 2020, está íntimamente ligado con parón económico, y que en esta situación nos llevará a una próxima nueva normalidad, esa a la que nos invita el Gobierno, que probablemente será bastante peor que la normalidad sin adjetivos en la que llevamos instalados desde nuestra democracia. 
La situación económica a la que nos dirigimos según el Banco de España de más del 20% de desempleo, caída del PIB de al menos un 22% y empeoramiento de las finanzas públicas de las AA.PP. entre un 10%-14% va a implicar medidas duras para salir del atolladero que nos ha impuesto el COVID-19 que para satisfacer a los países frugales (bonito eufemismo para referirse a los antiguos halcones, es decir, la oposición de Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca a la propuesta previa franco-alemana del fondo de recuperación económica, en las que nos pedían condiciones austericidas) auguran recortes, contraprestaciones y subidas de impuestos, que obviamente nos las van a llamar como tal, las denominarán de forma que parezca que no duelan, pero vaya si van a doler. Así a la subida de impuestos la podrían llamar por ejemplo: redistribución fiscal, peaje solidario, recargo complementario temporal de solidaridad en las rentas de trabajo y capital, equidad distributiva, modulación de esfuerzo fiscal… y paro para no dormir al lector/a.
Aunque ya lo indica la RAE -sentirnos mejor- los eufemismos en el terreno económico por parte de legisladores, gobernantes, políticos y ejecutivos agresivos, pueden contribuir a que determinadas decisiones, difíciles de justificar, queden disimuladas al igual que los previsibles daños que las mismas puedan causar a la imagen de sus promotores, la cual también quedaría minimizada. Con ello, el uso de unos términos más genéricos que otros, a los que sustituyen, contribuye a disminuir su concreción y, por tanto, su claridad. Su transmisión en prensa, radio, TV o redes sociales contribuye a una perversa manipulación lingüística de la realidad que apoyándose en toda una serie de recursos, consigue que el receptor no entienda la noticia o no la intérprete de manera correcta o al menos sesgada. Ese dopaje lingüístico a priori malintencionado, implica que el receptor debe hacer un esfuerzo de procesamiento mayor para entender en toda su extensión el concepto. 
Por tanto su fin va intrínsecamente ligado a eliminar las connotaciones negativas de un concepto, asociándolo con otro más positivo. Se trata más un deseo que una realidad, así para el caso de la búsqueda de brotes verdes en un terreno tan sensible como el económico necesita muchas veces atenuar la realidad y elaborar la denominación de realidades que pueden afectar de manera directa al dinero de los contribuyentes. 
En concreto en el uso del eufemismo del concepto de no-rescate, pedido por el gobierno de Mariano Rajoy, a pesar de que el MoU incluía exigencias de política económica, evitó la pérdida de 112.000 millones de depósitos… indicando el Ministro Luis de Guindos que la alternativa hubiera sido “mucho peor” y que el FROB había recuperado ya 7.000 millones de euros. Así se observa en una misma frase, un componente positivo defendido por el Gobierno, que como autoridad máxima (aspecto bonito) se contrapone a otro negativo (para disfrazar lo feo) ya que hubiera sido peor la alternativa, usando para ello dos verbos contundentes (evitó y defendió), que refuerzan lo positivo del no-rescate para el país. 
Otra finalidad pretende el convencimiento hacia terceros de que el emisor del eufemismo sabe más que el receptor, para ello se suele valer de neologismos o extranjerismos (palabras nuevas o prestadas de otras lenguas). Estos términos son muy usados en el léxico de la refinanciación empresarial, como por ejemplo covenant (en referencia a cláusulas restrictivas incluidas en contratos de deudas o préstamos), default (incumplimiento de compromisos contractuales por parte del deudor), recap (recapitalización de empresas) o write-off (reducción del saldo vivo de la deuda o de pagos por intereses por acuerdo con el acreedor).
Estos últimos años también con dicho fin se han incrementado el uso de acrónimos en finanzas como el tan cacareado EBITDA, que a raíz del coronavirus ha llevado a ciertos gurús de la economía, con ánimo interesado, a rebautizarlo cual ave fénix como EBITDAC (literalmente traducido como aquellos beneficios antes de intereses, impuestos, deterioros de valor, amortizaciones y los gastos efectuados por la empresa por el COVID-19), en aras de informar sobre el resultado bruto de explotación, como indicador de recursos recurrentes que con el paso del tiempo se convertirá en tesorería, neutralizando de paso, los efectos perniciosos del coronavirus. Así se consigue cuando las pérdidas son evidentes, se disfracen por el acrónimo centrando la atención del inversor-accionista poco avezado en un resultado, no irreal, pero que  aparente mayor capacidad de endeudamiento que el previo del EBITDA y a su vez del propio beneficio que no tiene. En definitiva maquillar la realidad dejándola mejor que lo que realmente está, y haciéndote parecer tonto al ver que el emisor controla mucho más que el receptor, tuneando la verdad con vacua palabrería y si es en inglés técnico-financiero mejor.  Ya verán ustedes dentro de poco con la que nos viene, como el uso generalizado de las políticas de reconstrucción, implicarán además de condicionalidades, nuevos eufemismos justificantes de su contraprestación.


* Profesor titular de Universidad. Dpto.  de E. F. y Contabilidad E. U. E. EVIGO (Universidad de Vigo)

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