Opinión

Alguna salida habrá para Cataluña

Quim Torra, que se perfila como el próximo presidente de la Generalitat de Cataluña, nprometió "trabajar sin descanso" para lograr "la república catalana". Nadie le puede acusar de ambigüedad. Como suele ser habitual en él ha sido claro, incluso para reconocer que lo hará por designio de Carles Puigdemont, a quien reivindica como presidente. "No renunciamos a nada; seremos fieles al mandato del 1 de octubre: construir un Estado independiente en forma de república", dijo el candidato independentista. Obviamente, al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no le gustaron estas palabras pero, de momento, se limitó a decir que le juzgará por sus hechos. La confrontación de Quim Torra con la mitad de Cataluña y prácticamente todo el resto de España está servida.
¿Qué puede pasar ahora? Anticipar los hechos sería un error. Cabe suponer muchas cosas, pero hasta qué pasen --hasta que haya hechos consumados-- la cautela se impondrá. Dicho lo cual, que fue lo que vino a decir también Rajoy, veremos... Muerto el procés, ¡viva el procesismo!, escribió al respecto la periodista catalana Neus Tomàs.
El independentismo no va a renunciar fácilmente a sus posiciones, y Quim Torra se irá moviendo entre ser leal a Carles Puigdemont y ser fiel a la institución que pronto representará: la Generalitat de Cataluña, de todos los catalanes, no solo de los independentistas. Al fondo se perfila un decorado con tres grandes ejes políticos: 1) la internacionalización, encomendada a Carles Puigdemont, 2) la movilización social, en manos de la ANC y de Omnium, y 3) las llamadas cosas del interior --la gestión, para entendernos--, en un marco de provisionalidad. En cuanto al relato, el independentismo le sigue ganando al Estado. Pero el Estado tiene otros resortes.
Aunque parezcan contradictorias, expresadas en el mismo análisis, parece probable que de este lío se saldrá o bien a través de la integración, es decir, de un nuevo encaje de Cataluña en España, o mediante la adopción de medidas más duras que el 155. Sea como sea, con decisiones políticas, no solo legales y judiciales, por necesarias que éstas sean. La actual situación no solo es insostenible para Cataluña, tampoco es sostenible para España de manera indefinida. Y a este paso, tampoco para la Unión Europea.
Lo ideal sería que un estadista se encargase de construir un gran acuerdo pero si ese estadista no existe -léase alguien de la talla política de Adolfo Suárez o Felipe González- es probable que en vez de un gran acuerdo, nos quedemos con una gran frustración. En Cataluña y en España. O con la conllevancia de la que hablaba Ortega. Solo el diálogo político puede encauzar el fondo del problema y solo un discurso del Estado en clave catalana puede dar una alternativa convincente. En otras partes del mundo hubo políticos capaces de encontrar soluciones para conflictos así. En la propia España se arreglaron cosas no menos complejas. Tampoco mitifiquemos: alguna salida habrá para Cataluña.

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