Opinión

Un controvertido juicio

Hemos asistido durante meses al célebre juicio en el Supremo sobre el llamado “procés” catalán. Ya listo para sentencia, habremos de esperar meses para conocer el veredicto. Pero la tensión sobre el resultado es generalizada. Mal final prevemos que va a tener el asunto después de un caldo de cultivo tan encrespado.
De todo lo acontecido estos meses bien podemos deducir que la división de la ciudadanía catalana se ha ido enquistando cada vez más, radicalizando sus posturas de una manera clara. Y a ello ha contribuido, en buena parte, la celebración de sucesivas elecciones que, lejos de aclarar la situación, lo único que han conseguido es una sociedad dividida a la mitad. Y esto es lo grave. 
Cierto que hay un grupo constitucionalista, pero la otra mitad está por la república, incluso aduciendo últimamente que tiene su gobierno en el exilio de Bruselas. Con toda naturalidad y sin ambages existe esa parte que se dicen y pregonan su sentir republicano. ¿Quién corta esto? Mucho me temo que la sentencia del “procés”, lejos de calmar los ánimos va a conseguir enconarlos aún más. Las cosas han llegado a un punto sin vuelta atrás y las consecuencias las vamos a pagar todos. De nada ha valido el éxodo de los empresarios ni los discursos constitucionalistas e incluso el vuelco hacia aquella autonomía de los altos mandatarios incluido el rey. 
Se habla de una solución política. Quienes hemos seguido el juicio del Supremo posiblemente llegamos a la conclusión de que todo aquello que ocurrió el 1 de octubre de 2017 es algo pasado e incluso “sin mayor importancia”. Hemos observado la categoría de los abogados defensores y, por otra parte, observamos los reiterados argumentos en el mismo sentido. Cierto que el dilema es muy difícil de resolver. Porque bien creo que la posible absolución e incluso el indulto hay que ser realistas y concluir que de poco van a valer y en nada va a resolver el conflicto. Muy posiblemente el problema catalán carece de una satisfactoria solución para todos. 
Acaso desde décadas a los políticos españoles les ha faltado decisión, ideas y energía para encarrilar el tema. La aprobación del Estatuto ha sido fruto, en el fondo, de una mutua ayuda Gobierno de la nación-Generalitat. Todos recordamos que el presidente de entonces pregonó que aprobaría lo que la Generalitat propusiera. Ahí nace el definitivo paso que era consecuencia de situaciones de muchas décadas. Ni el franquismo logró atajar aquella bola de nieve que se ha ido formando con el tiempo. Han sido múltiples los ingredientes (mentalización y catequesis incluidas) que han llevado a esta situación que mucho me temo que sea irreversible.
Los reiterados intentos ya de siglos en busca de la independencia ahí están y esta última nace desde el célebre discurso desde el balcón en el sonado regreso de Tarradellas: “Ja soc aquí”. Desde aquel momento se ha ido alimentando un camino cuyo fin cada día es más incierto. Pero, claro está, como decíamos al comienzo, existe la mitad del pueblo que discrepa de la república. ¿Cuál va a ser la solución para ellos que muchos son catalanes pero hay un buen número procedente de otras partes del territorio nacional?
En suma lo de menos sería darles la independencia, lo más grave es la división que ha creado una sociedad que siempre fue plural y abierta y que hoy en día con tan enfrentadas posturas crearía una sociedad con un clima irrespirable.

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