Opinión

¿Cuatro meses perdidos?

Me niego a admitirlo porque soy de los que piensan que hay que saber sacar lecciones de todo, enseñanzas de la vida misma y tomar nota de actitudes, comportamientos, discursos y mensajes. Por ello estoy convencido de que los españoles hemos tenido la oportunidad de calibrar el valor de cada cual y el estilo de unos y otros. En este sentido, desde el 20-D hemos podido aprender muchas lecciones que quizás desconocíamos. Ha sido una continuidad práctica de aquella campaña que acabó como todos sufrimos. Porque estoy convencido de que en las elecciones pasadas algunos votos (tal vez más de la cuenta) han ido a parar a lugares bien distintos de las ideologías de los votantes. Ha menudeado el llamado "sindicato de cabreados" que depositaron sus papeletas como fruto de su enfado y rechazo a tantos despropósitos y desvergüenzas corruptas.
Cuatro meses para calibrar los efectos de los votos de cada cual pese a una sociedad caracterizada por tantos desaguisados incluida Panamá, Valencia, Madrid, Andalucía. Si somos sinceros reconoceremos que es la fruta del tiempo. Basta echar un vistazo en derredor y ver como en la mayoría de los países europeos ocurre algo muy similar con casos tan sangrantes o más que los ocurridos en España. Es la realidad de la cultura actual de la que ninguna nación se salva. Corrupción que pulula en toda Europa pero que ha dado el salto también a países americanos con casos notorios. Personalmente lo he comprobado de primera mano en Argentina y Venezuela. El centrarse únicamente en nuestro país cuando menos es injusto.
Cada vez más, el pueblo, los votantes, clamamos por leyes internacionales que corrijan, castiguen y posterguen a cuantos llegan a los distintos cargos con el afán de riqueza defraudando a los electores y sonrojando a la mayoría de las personas que son gente de bien y que piden a gritos la erradicación de tanta prevaricación, cohecho y demás lindezas que vulneran el sentido común, hacen un daño inmenso a la democracia y denigran a quienes los cometen. La justicia y las cárceles están para dar cuenta inmediata de estos personajes que merodean por todos los países. Una raza que se ha propagado y continúa cada día más. Y el problema, por desgracia, existe en todas las formaciones, desde la derecha a la izquierda. Como se ve, aquí y en el resto de Europa haber haylos en todos los grupos.
Esta es la esencia del problema. Pero la solución tal vez sea distinta de las votaciones del enfado y la crispación porque hay una inmensa mayoría de políticos honrados y honestos y es injusto que las formaciones en las que militan paguen las consecuencias de los desmanes de unos cuantos desaprensivos y caraduras. Habrá que votar, como decía Nicolás Redondo, tapando la nariz...
De aquí que los cuatro meses hayan servido para calibrar si son la solución los resultados habidos. Ahora sí que se puede valorar la categoría de los elegidos. Ha habido tiempo para contemplar sainetes, observar excentricidades de algunos y comportamientos objetivamente poco edificantes. Ocurre que acaso algunos puedan optar por otra vía que entiendo sería equivocada y que es la abstención. Conozco a varios amigos que hastiados deciden quedarse en casa a la hora de depositar su voto y esto sería un grave error que a nada conduciría para resolver los problemas. El camino es bien distinto y discurre en primer lugar por la firmeza y contundencia de los partidos, eliminando a los intrusos de la política y después los votantes eligiendo a personas sensatas, con criterio y contenidos que huyan de la galería y del afán del lucimiento personal y económico.

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