Opinión

¡Los perseguidos!

Coincidirán conmigo en que los fumadores somos los entes más perseguidos de este planeta. Esperemos que en el otro nos dejen fumar tranquilamente sin tanto acoso como existe en esta tierra. ¡Increíble! Por doquier el letrerito y además en los paquetes de tabaco imágenes espeluznantes acosandonos. Se cierran para nosotros las puertas, se nos impide fumar en las áreas de servicio donde hacemos una parada para relajarnos en largos viaje. Todo un cúmulo de prohibiciones. 
Y si usted invita a algún exfumador a su casa o a uno que para nada le gusta el tabaco, le pasa lo mismo que a los musulmanes. Si vamos allá tenemos que someternos a sus leyes. Lógico. Pero si ellos vienen por aquí tenemos que respetarlas igualmente. Esto parece ilógico. Llegan los invitados a casa y siempre hay uno que quiere imponer su ley prohibiendo incluso en casa ajena hacer uso del tabaco. Voy a poner un letrero en mi puerta: ”Aquí se fuma”. Entonces si lo prefiere quédese usted fuera pero el colmo será que sea yo, en mi casa, quien tenga que salir a fumar la calle…
¿Qué el tabaco mata? ¿Y…? ¿Cuál es el problema? De algo tenemos que morir. Recuerdo que en una ocasión vino a Lisboa Santiago Carrillo y estuvimos hablando largamente con el cigarro en medio y miren ustedes a que edad murió. Y quien fue cardenal patriarca de Lisboa, el llorado Don José Policarpo, era un empedernido adicto al tabaco. Recuerdo que mi tía, al venir él a comer a mi casa, se lo decía muy disimuladamente: “Fuma mucho, Sr. Patriarca”. Él se reía y encendía otro cigarrillo, igual que hizo excepcionalmente en la Diputación ourensana en la cena.
Es el tema de la permisividad e incluso la tolerancia. Existen en el mundo muchas clases de drogas. Todos tenemos más o menos una o un ciento. A un matrimonio en trance de separación me fue difícil llegar a las causas de aquel divorcio. Al final lo tuve claro. La mujer, ama de casa, vivía atada al ordenador. Salía del trabajo y ya directamente a internet descuidando la casa, comidas e incluso al marido al que tenía abandonado. Al final, el divorció. Estaba totalmente drogada con la informática.
Pues a otros nos gusta fumar, que también es una droga como otra cualquiera. Y llama la atención precisamente cuando estamos viviendo en un mundo en el que se permite de todo, se condesciende con casi todo y se permite al personal hacer lo que venga en gana sin reparo alguno. Pero a los fumadores se nos posterga como si fuésemos unos apestados o estuviésemos cometiendo un crimen. Así los múltiples letreros que pululan por doquier impidiendo incinerar el pequeño “cilindrín”. Y, para más inri, de día en día suben el precio de lo que se lucran otros.
En un mundo de libertades sin límite bien estaría que igual que dejamos que aquel que comparte barra de un bar se emborrache e incluso llegue, en su ebriedad, a faltarnos a cuantos tranquilamente tomamos un café o una cerveza permítannos fumar. Sí, sí, ya sé que los contrarios al tabaco dicen que el que fuma contagia y hace que el que está a nuestro lado fume también y que el mismo humo les daña. Lo sé. Pero, con todo hay otras cosas que contagian lo mismo y se permiten, como los desvaríos de aquel borracho tantas veces ofendiendo.
En el fondo me concederán que la libertad es un bien pero que es muy difícil controlarla cayendo muchas veces en grandes contradicciones y sobre todo incoherencias. Hay vicios sumamente más graves que el fumar que, por lo que se colige, ahora hasta es un delito.

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