Opinión

El espectáculo postelectoral

Como el dilema, al menos para mí, está claro, será mejor, en esta época veraniega, tomarlo a broma. Porque o lo tomamos con humor o lloramos, son las dos opciones. Me refiero al espectáculo postelectoral al que estamos asistiendo tras esta primera parte del año marcada por la serie de elecciones a las que hemos asistido. Las consecuencias de los resultados que han deparado las urnas nos han llevado a un momento en el que parece que el panorama se ha convertido poco menos que en un circo o un patio de colegio en el que los alumnos rivalizan para ver quien consigue los cromos más buscados. Porque, y siguiendo con el humor, hace décadas estuvieron de moda los seriales, las telenovelas o culebrones que mantenían a gran parte del personal muy acomodados en la butaca del salón esperando el desenlace de aquellas series que siempre decían lo mismo y el final era esperado por todos como la noticia anhelada en desenlaces que se comentaban por doquier.
Las series televisivas, que la mayoría venían de países de América del Sur, decían algunos que únicamente se notaban en el descenso de personas que iban a los ambulatorios. ¡Cómo iban a perder el episodio del día! Y para ello hasta postergaban las visitas médicas o la recogida de medicinas, que esa es otra… Pues bien, ahora, ¡mire usted por donde!, el personal en gran parte vive “preso” del desenlace de las reuniones municipales, autonómicas o incluso nacionales. Es el espectáculo del momento, con el agravante de que los resultados son fruto de imprevistas soluciones, pactos increíbles de última hora, o chalaneos nunca exentos incluso de insultos y descalificaciones o rabietas como las del niño al que le falta un cromo para su colección.
Claro que cuando vemos todo esto pasamos del humor al llanto; de la risa al dolor; de la alegría a la pena o de la fe en las personas al más triste y lamentable alejamiento. Cuando uno ve ciertas actitudes de algunos politicos (por no decir todos) a uno le da ganas de llorar preguntándonos en qué colegio fueron formados. Me niego a creer que toda esta serie de situaciones sean por bien del pueblo, porque bien creo que en todo ello media un afán de poder, un egoísmo desmedido o un afán inconfesable. Eso sí, pagado y bien pagado. 
Por todo este batiburrillo cada día comprendo más las abstenciones y el descrédito en el que se está moviendo la política actual. Se busca el sillón a cualquier precio aunque sea “vendiendo su alma al diablo”. Porque es difícil comprender cómo se vilipendian actitudes y promesas que se pregonan en las campañas electorales. Así de claro. Y lo más penoso es la manera como se consiguen ciertos pactos con rimbombantes documentos e inútiles pérdidas de tiempo en reuniones interminables con encuentros hoy y desencuentros mañana. Si nos tomamos la molestia de ver las declaraciones políticas de algunos comprobaremos la interminable serie de contradicciones en las que caen de un día para otro. Uniones “contranatura” incomprensibles y que una vez “unidos” para el momento cambian con rapidez de vértigo la acritud por la sonrisa, la descalificación por la sonrisa y el insulto por la desmedida alabanza.
Esta es la situación actual al menos desde mi punto de vista que a lo mejor hasta estoy equivocado, pero que está llevando a gente sensata al desencanto y a pasar de casi todo. Porque hay circos más atractivos… Que el Apóstol Santiago, cuya fiesta acabamos de celebrar y que es patrón de España, a todos los proteja.

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