Opinión

El eterno Bolero de Ravel

Si les soy sincero tengo que decirles lo que me pasa cada día al introducirme en los medios y contemplar la situación en la que nos encontramos. Como repetía mi buen y recordado amigo el académico Ogando: “Neste intre no que nos atopamos…” Pues eso a mí me viene a la memoria en este “intre”, el célebre Bolero de Ravel. Un año antes de la célebre crisis económica de 1929, Maurice Ravel, en su momento álgido y sin mirar para la complicada situación, siguió componiendo su original Bolero, estrenado en París el 22 de noviembre, dedicado a la bailarina Rubinstein, obteniendo éxito mundial y situándose como una de las obras maestras del compositor y del siglo XX con ritmo invariable y obsesivo. Hasta el año 1993 ocupó el primer lugar mundial de ventas, según la Sociedad de Autores. 
Pues bien, esa melodía obsesiva y reiterativa nos hace recordar los actuales acontecimientos y actitudes sociales. Cada día más de lo mismo, en cada instante se oye similar melodía, se escuchan parecidos comentarios y constatamos idénticos desvaríos. Y esto, ya sea en la politica, la familia o la sociedad en general aquí, acullá, allende los mares. Por todas partes cociendo las habichuelas que se comen sin pudor unos y los otros de toda raza y nación. Es la manida corrupción que nos abrasa, son las cárceles llenas a rebosar y con módulos especiales para algunos “señoritos” que encima de robarnos ahora sobreviven cómodamente en prisiones al efecto. Ya decía el refrán que “quien a la bodega va y no bebe, por borracho se le tiene”. Pues eso, en este caso de abstemios nada de nada. Bebedores empedernidos y hábiles gestores y gestoras… capaces de intentar burlar las leyes y colocando Dios sabe donde sus botellas de ese preciado vino de la bodega nacional.
Sea la corrupción, pero en otros muchos campos de esta partitura acontecen similares actuaciones. Rupturas matrimoniales por doquier en los hogares que creíamos más serenos y unidos, incultura que roza el más bajo nivel. También lo decía Groucho Marx: “Partiendo de la nada hemos llegado a las más altas cotas de la miseria”. Y lo malo es que eran inútiles profesionales y ahora ahí los tiene, ¡oiga!, ahí los tiene pintiparados luciendo inmerecidos honores, disfrutando de prebendas mal amañadas y presumiendo de lo que nunca han sido ni serán. Venden “cabritos” en abundancia pero, eso sí, sin tener cabras que les den a luz. ¿De donde les habrán salido esos animalitos? Ni se sabe, mientras millones de ciudadanos de a pie se ven negros para hacer cuentas y llegar a fin de mes y ya se les ha agotado la tinta del bolígrafo de tantos números. 
Y en esto de la incultura estamos sobrepasando el pensamiento de Groucho con creces. Personajes a los que se les suponen conocimientos y que llegan con todo su “morro” opinando de todo y sin rubor afirmando algunas cosas que a uno le dejan perplejo. Esta es la situación, entrañable lector. Este es el Bolero de Ravel, solo que mal tocado y peor cantado, bueno “tarareado” porque carece de letra como muy bien saben.
Pero lo más grave es que a todo este estado de cosas difícilmente le vemos el final. Sigue la misma música, el mismo ritmo y, desgraciadamente, los mismos perros aun cuando para disimular se pongan diferentes collares. Finalmente ha sonado el timbre de mi colegio y la guardia que estaba haciendo se ha acabado igual que estas líneas. El Bolero seguirá sonando como sonó el timbre y sonará al acabar la siguiente clase. Seguiremos escuchando esta pieza musical que se está haciendo eterna y que, por lo que se colige, es difícil de parar…

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