Opinión

De la democracia a la demagogia

Han caído en mis manos las declaraciones de Faus y, entre las muchas cosas que dice, hay una en la que estoy especialmente e acuerdo. Dice: “La gran enfermedad de nuestra democracia es que está siendo sustituida por la demagogia”. Razones le sobran para sostener esa opinión.
Porque nos encontramos con afirmaciones de ciertas formaciones políticas que dan pena por su bajo contenido y nulo valor en la práctica. De manera especial en esta época postelectoral nos desayunamos cada mañana con algunas frases increíbles. Recuerdo a mi querido amigo Segundo Alvarado (y por cierto mi más sentido pésame ahora por la muerte de esa persona encantadora que era Mariano, uno de sus hijos). Decía Alvarado, con aquel gracejo que le caracterizaba, que al oír las noticias a la hora de comer en más de una ocasión tuvo que sostener tiempo la cuchara con la sopa que, ante lo que oía, saltaba a veces la sopa y la cuchara por los aires.
Algunos que pretenden hacer alardes de demócratas reducen su ideología a grandes palabras vacías, grandes promesas estériles, grandes truenos muy sonoros, pero de tormenta seca, muchos adjetivos, muchos gritos y pocas razones. Algunos pasan del ¡Hosanna! del Domingo de Ramos al ¡Crucifícale! de Viernes Santo con una facilidad pasmosa. Porque se da la circunstancia de que una cosa son las campañas electorales y otra bien distinta dar el callo y trabajar para el pueblo que es el sujeto del poder, puede ser engañado y conducido por poderes fácticos (económicos, mediáticos o religiosos) que lo llevan a donde ellos quieren. Aquello de que uno piensa y nueve aplauden.
Típico de todos estos procesos manipuladores es el eslogan aquel de Luis XIV: “El estado soy yo”. Y solo yo. Cataluña somos solo nosotros. España somos solo nosotros, o “los verdaderos vascos” de Arzalluz… De ahí la propuesta final de Faus: “Vamos a pasar de la resistencia a la reconquista”. Me pregunto asombrado cómo hoy, en el siglo XXI, Vox puede hablar de esa manera, como si sus 24 diputados fueran exactamente la victoria de Don Pelayo en Asturias hace doce siglos. La postura de “con este ni hablar” (no ya que “hemos hablado y no hemos podido entendernos”, sino que ni quiera hemos intentado hablar), y eso de los “cordones sanitarios”…, esa postura solo denota unos niveles mínimos de humanidad.
Hace poco apareció esa palabra vacía: “populismos”, nuestro lenguaje había distinguido entre democracia (poder del pueblo) y demagogia (manipulación o conducción del pueblo). Cada vez tengo más clara la necesidad de un cambio en nuestra ley electoral que la haga más justa. Hoy resulta que a unos les basta con cinco mil votos para obtener un escaño, mientras otros necesitan cincuenta mil, como antaño le ocurrió tantas veces a Izquierda Unida. A todas luces injusto.
Por todo ello vivimos en una época en la que entre los populismos y los demagogos nos traen a todos por al calle de la amargura esperando siempre a un Godot que por lo que vemos tarda en llegar. Y en este batiburrillo político observamos como los cambios de “chaqueta” se producen con una facilidad asombrosa. Y a todo esto, el afán por el sillón y, lo que es más grave, el aumento en las remuneraciones de los elegidos. Y esto tanto a la derecha como a la izquierda. Le toman sustancia al cargo y siguen incluso subiendo sus sueldos. Increíble.

Te puede interesar