Opinión

La coherencia

Me da la impresión de que vivimos en un mundo en el que la coherencia brilla por su ausencia y lo que importa, para muchos, es llegar, ya sea volando elegantemente como un águila o rastreándose como una culebra para alcanzar el fin propuesto. Mucha falta de coherencia, en el estilo, los contenidos y los caminos para profesarlos. Es uno de los frutos de la condición humana y su afán de supervivencia a cualquier precio...
Recuerdo hace años una persona de derechas que llegó a un puesto importante en cierto lugar. Y lo hizo haciendo guiños a la galería y presumiendo de "progre" y de izquierdas. Aquello duró poco porque, como era de suponer en buena lógica, los subordinados con el paso de los días descubrieron el engaño y aquellos a los que pretendió halagar vieron que era de otra ideología y cuando quiso volver a los suyos que eran de derechas le volvieron la espalda. Así quedó en la soledad más triste y tuvo que renunciar a aquel lugar de privilegio.
En la vida es fundamental la coherencia a todos los niveles, ya sea política, económica, religiosa o social. Admiro a aquellas personas que siempre sabes donde las vas a encontrar y me gusta dialogar y compartir ideas con ellas, porque siempre se aprende algo a la vez que nos obliga a aquilatar y fundamentar todo aquello en lo que creemos sin renunciar a los principios que uno posee, de los que hay que saber dar cuenta en cada momento. Los sincretismos y componendas nunca son buenos. En esta línea debieran estar todos hoy en una sociedad tan plural. Decir hoy digo y mañana Diego es siempre nefasto.
Porque qué fácil es entrar en una Catedral y encadenarse desnuda a una cruz para “defender” los derechos de la mujer y, a la vez, permanecer callada cuando en la India están violando a niñas inocentes, en Nigeria las tienen secuestradas para venderlas y en Sudán siguen asesinando a mujeres por el simple hecho de querer ser libres. Qué curioso que, justamente, se amarren a los pies de la cruz de madera que desgarró el odio de este mundo. Yo me quedó ahí, en ese mismo altar, lejos del grito y la ofensa, donde puedo leer inscrito a fuego: “Ahora, amad a vuestros enemigos”.
Es necesario el respeto a las ideas ajenas y la comprensión hacia quienes creemos que objetivamente están errados, pero ello nunca habrá de significar una claudicación y menos una aceptación de posturas, por otra parte, incoherentes. Porque es cierto que en la vida de todos los mortales siempre existen momentos para insostenibles incoherencias. En definitiva, las meteduras de pata que todos tenemos en nuestras vidas son fruto de esas incoherencias que nos acechan por doquier fruto de la condición humana. ¡Es así la vida! Para los que tenemos fe eso lo llamamos pecado que los demás denominarán error o delito. Basta que echemos un vistazo en nuestro derredor a las noticias diarias de posturas que recogen los medios y las contrastemos con las que los mismos tenían tiempo atrás y que nos hacen restregar los ojos para aceptarlas. Por eso se agranda la categoría de los que siempre están en el mismo lugar en el que estuvieron siempre.
Soy de los que opinan que si, por ejemplo, en la política los que detentan cargos públicos practicasen más la coherencia, el mundo marcharía mejor. Porque la inmensa mayoría de las abstenciones provienen de ahí. Uno vota un programa y un estilo que muchas veces después ni se cumple ni en nada se parece a lo votado. Una cosa es lo proclamado en campañas electorales y otra bien distinta la práctica al llegar al poder, y esto genera el rechazo y la abstención masiva.

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