Opinión

De Armada a Urdangarin

Personalmente tengo, tenía ya, muy clara la opinión sobre Alfonso Armada Comyn y sobre Iñaki Urdangarin. En ella me he reafirmado después de seguir en los medios de comunicación sus declaraciones en el juicio por el célebre caso Noos, en el que se ve implicado el matrimonio Urdangarin Borbón. La categoría de las personas se mide en los momentos difíciles y complicados. La altura de miras, el talante, la fidelidad, el saber estar e incluso la capacidad de saber callar, califican a las personas grandes. Los que en todo eso fallan, cuando menos, merecen el olvido sino el desprecio. La fidelidad en todos los momentos y ocasiones es categoría. Y si, sobre todo, esa fidelidad es a quien se le debe todo, incluso la fama, entonces la claudicación nunca es de recibo. 
Tomás Moro, en su célebre situación con el rey Enrique VIII, adoptó una postura que le llevó a los altares. Fiel a su fe y silencio, fiel a su rey (con su silencio) a quien servía. La fidelidad de un hombre que era el más notable de la corte inglesa le llevó a ser decapitado después de múltiples sufrimientos y torturas. Pero nunca claudicó. Hoy, para la Iglesia católica, es el patrón de los políticos. Si muchos mirasen para su vida y su actitud posiblemente, también aquí, otro gallo cantaría. Pero, por desgracia, vivimos en un mundo de traiciones y de faltas incontables de altura de miras, de mirar para el bien común, para el bien de la sociedad y poco importa a algunos poner de patas para arriba a todo con tal de pretender salvarse. Y en ello incluso dando marcha al ventilador sin importar las consecuencias que ello pueda acarrear. Eso se llama falta de nobleza, villanía y, sobre todo, infidelidad para con quien nos ha dado lo que somos.
Estoy convencido de que Alfonso Armada Comyn se ha ido a la tumba con secretos que le costaron inmensos sufrimientos, y lo sé de primera mano. "Sube, Alfonso, ve al Congreso. ¡A tus ordenes!". Esa célebre frase y la reunión de Gerona han quedado sin explicar convenientemente, al menos para mí. Pero Armada por bien de todos supo callar, sufrir en silencio y cumplir su condena humana que la divina está por demostrar. Era un señor, con respeto para quienes piensan distinto.
Pero el vasco ex jugador de balonmano y casado con Doña Cristina de Borbón y Grecia, emparentado por ello con la Casa Real que le concedió en su día el ducado de Palma, por lo que se ve, se mueve en otras ondas pretendiendo "salvarse" en un juicio caiga quien caiga. Esta es su deshonra, su falta de honradez y si me apuran, su villanía. Le importa muy poco involucrar a quien sea si con ello él se salva de tanta corrupción que, según parece, cometió y que esperemos que la justicia (que debe ser igual para todos) caiga sobre él con toda su contundencia. Porque está en juego algo más que su pretendido honor, y sus cuentas bancarias. Su actitud en el juicio está poniendo en causa incluso al mismo sistema político actual. Nada le importa a este hombre por lo que se ve. Es de esperar que, cuanto antes, y por el bien de España, este caso se juzgue y se imparta la esperada justicia que, en este caso, verá también si sus palabras en la Audiencia de Palma son ciertas o lo son como fruto de una estrategia para salir inmune del entramado y complicado caso. Cuanto antes, por favor.
En suma son dos ejemplos bien claros: Armada y Urdangarin. Dos actitudes distintas, dos categorías bien diferentes y dos comportamientos que van desde una fidelidad que juzgará el más allá y la actitud poco digna de un jugador de balonmano llegado a duque.

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