Opinión

Vergüenza

Es la única palabra que puedo usar para expresar como ciudadano de esta autonomía llamado Galicia al ver el dantesco panorama dejado en las playas de Panjón y Vigo después de las hogueras de San Juan. Toneladas de basura, especialmente de botellas y plásticos, jóvenes con problemas etílicos y un sinfín de porquería que no es más que otro ejemplo del aspecto que dejan generalmente después de todos los botellones de los fines de semana. No puedo juzgar sobre otras ciudades por ser de la Muy Leal, donde estoy empadronado, pago todos, repito todos los impuestos y trato de cumplir con la ‘ley de la calle’, en otras palabras, el respeto a los demás. 
Además, hago una advertencia a la constante llamada de la humanidad contra la destrucción del planeta por culpa, precisamente de esta porquería vertida por una nueva ciudadanía, generalmente joven que solo vive para pasarlo bien y parece que le importa un bledo. El que viene detrás que arre, como dice el refrán. Paralelo a estas festividades que acaban en basura, se celebra el famoso Corpus Christi en Ponteareas, en donde el pueblo entero se emerge durante la noche para pintar y luego adornar las calles con pétalos de flores convertidos en alfombras preciosas, desde la noche del 22 hasta la mañana de 23. Este año con el record de más de 60.000 visitantes para celebrar la ocasión. Una fiesta que en el 2009 fue declarado de Interés Turístico Internacional. Al acabar el contraste de aspecto es lo opuesto a la de las hogueras. La recogida de restos de flores en vez de mierda. 
Mi mujer, la gallega, de niña, participaba en los preparativos de las calles. Luego, ya de casado y con nuestros hijos hemos asistido en años anteriores a ambos festejos. Pero las playas nunca quedaban como ahora. Pasemos a otro sector de basura. El concello de la Cidade Fermosa presume de una ciudad limpia. Solo hay que ver la propaganda de carteles, anuncios en Vitrasa y otros sitios. Y creo que tiene en forma de escoba de plata un premio nacional u internacional. ¡Y es verdad! El sistema de recogida de los contenedores funciona de maravilla. Por la noche. Pero solo hay que dar un paseo por las aceras humanizadas, durante el día, y ver papeles, bolsas de plástico, colillas y otra basura esparcida por todos lados. Incluso los mismos contenedores con muebles viejos, restos de arreglos de un piso hasta en una ocasión he visto un inodoro desechado. Es lo que dejan a sus alrededores algunos desalmados invisibles, supuestamente vecinos como todos nosotros. ¿Es que no se dan cuenta estos energúmenos que la ciudad es de ellos igual que del resto de los paganinis y tienen la obligación de respetarlo? 
Las terrazas proliferan como nunca y los hosteleros tratan de mantener limpio los mismos. Pero uno no tiene más que pasear por ese pequeño espacio de acera que dejan -el resto está plagado de mesas y sillas- y mirar para el suelo y ver la basura que comienza a acumularse gracias a los comensales cuando consumen su cafelito de la mañana o el vino y el pincho del medio día o la noche. Los hosteleros hacen lo que pueden, pero es la misma ciudadanía que debería pensar dos veces antes de tirar la colilla al suelo o no dejar caer al envoltorio de la galleta. ¿O no? Vuelvo a lo primero con una advertencia a las nuevas generaciones. ‘Por favor chavales, abrir los ojos durante vuestras juergas que con mirar hacia otro lado después de la borrachera estáis matando a vuestra futura convivencia en el planeta’. No hay más que decir.

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