Opinión

Sobre la eutanasia

El debate sobre la eutanasia, sobre el suicidio asistido, suele estar dominado con frecuencia por el argumento de que tal práctica solo se aplica a enfermos en fases terminales en casos de enfermedades incurables. La realidad, sin embargo, acredita que con frecuencia tal operación se extiende a otros supuestos perjudicando incluso el desarrollo de los cuidados paliativos.  En Bélgica, por ejemplo, la eutanasia se facilita a enfermos con sufrimiento psicológico y a pacientes crónicos no terminales.

Además, no se debe silenciar el llamado efecto contagio del suicidio. En efecto, el profesor y psiquiatra  Kheriaty se refería hace algún tiempo al caso de Oregón, bien ilustrativo. Desde que en 1997 se aprobó una ley que permitía a los médicos dispensar una dosis mortal de un combinado químico a los enfermos que lo pidieran, la tasa de suicidios empezó a crecer exponencialmente: en 2010 ya era un 35% superior a la media nacional. Por otra parte, la experiencia de este profesor y médico psiquiatra le ha conducido a pensar que con el apoyo necesario la inmensa mayoría de quienes se acercan a esta triste decisión se retracta de sus intenciones agradeciendo al médico su ayuda para ello. Además, médicos y pacientes de  Oregón se quejaron por entonces de que el Plan de Salud financiase las dosis letales pero no el tratamiento contra el cáncer de los pacientes con mal pronóstico, facilitando la lamentable salida de la petición del suicidio.

Por otra parte, la existencia de una eutanasia legal y barata provoca que se deje sin financiamiento la investigación con cuidados paliativos, de la que podrían beneficiarse muchos pacientes, que de conocer estas posibilidades, de seguro reclamarían integrarse en tales cuidados antes de solicitar la muerte.

La generalización de estas prácticas, contrarias a la naturaleza humana, y por supuesto a la práctica médica, trae consigo que incluso se desnaturalicen los cuidados paliativos pues concebir una manifestación de cuidado paliativo ayudar a morir a un paciente es la desnaturalización de los mismos cuidados paliativos. El pensamiento único en la materia se atreve, menuda osadía, a introducir estos argumentos en la formación de los profesionales sanitarios sin respeto alguno de la objeción de conciencia de los médicos.

Otra “razón” que suele usarse en este debate se refiere a la necesidad del pleno respeto a la voluntad del paciente. Pues bien, un reciente  publicado en el Journal of Medical Ethics hace algunos años  realizado en Bélgica, demuestra que el 1.7 % de las muertes producidas en 2013 fueron resultado de eutanasias sin el consentimiento explícito de los enfermos. El descenso de las muertes se debe precisamente al aumento del uso de la sedación terminal por parte de los médicos sin autorización expresa del enfermo.

En fin, que los médicos deberían aplicarse a curar las enfermedades y a prevenir los dolores. La medicina ha mejorado mucho en los últimos tiempos y dispone de técnicas más que suficientes para salvar vidas humanas, no para segarlas o eliminarlas.

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