Opinión

Prácticas democráticas

El Estado de Derecho se diferencia del Estado autoritario, entre otras cosas, en que los ciudadanos son los dueños y señores de las instituciones políticas, mientras que los políticos no son ni más ni menos que gestores del interés general y de las necesidades colectivas de las personas. Los poderes del Estado, para realizar adecuadamente sus tareas, tienen autonomía para el ejercicio de sus funciones. Así las cosas, se comprende bien que el poder se ejerza para la mejora de las condiciones de vida del pueblo y que lo normal y ordinario en la democracia sea que los actos del poder sean racionales, inteligibles para las personas, que son los destinatarios reales de la acción pública. 
En este contexto de transparencia, de explicación, de argumentación del ejercicio del poder público, parece bastante congruente, por no decir imprescindible, que la sociedad, los ciudadanos, podamos conocer los criterios que presiden la toma de decisiones de relevancia general, bien sea en la sede de la soberanía popular, bien sea a través de los diferentes medios que configuran la opinión pública.
Pues bien, en los últimos tiempos se ha puesto de moda en diferentes partes del globo que los dirigentes públicos en sus declaraciones públicas se cuiden de ser sometidos a las preguntas de los informadores de los medios de comunicación. Es decir, nos encontramos ante una práctica propia de quien considera que el ejercicio del poder no requiere de explicaciones o justificaciones al pueblo. 
Negarse a contestar preguntas quien tiene obligación de estar a merced del escrutinio público es sorprendente. Es un ejercicio de opacidad, de falta de transparencia que poco o nada tiene que ver con una sociedad que se califica de democráticamente avanzada. Aplicar, por otra parte, sea en el gobierno o en el partido, la práctica cinematográfica del “silencio se rueda” es una práctica autoritaria que, como la ausencia de preguntas, demuestra hasta qué punto se precisa la cacareada regeneración democrática, una cuestión más sustancial que procedimental.
Esperemos que también en este punto, la presión de los periodistas libres, cada vez más difíciles de encontrar, fuerce a los dirigentes públicos a volver a la normalidad, a la racionalidad democrática que, por cierto, tanto sacrificio ha costado, por cierto, recuperar en España.

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