Opinión

Multiculturalismo y ablación del clítoris

Multiculturalismo y pluralismo cultural son dos términos parecidos, pero no idénticos. El multiculturalismo es una derivada del pensamiento ideológico en materia cultural que plantea como dogma el predominio de la diversidad cultural como motor del desarrollo social. Sin embargo, ni todas las culturas son iguales ni todas han contribuido de la misma manera a la dignidad de la persona.
En este sentido, no conviene olvidar que la historia del ser humano ha venido indefectiblemente marcada por la transmisión de los adelantos culturales de un grupo a otro y de una civilización a otra y en este rico y variado proceso de intercambios culturales es necesario destacar un hecho que se ha repetido constantemente. Me refiero a que esa transmisión de rasgos culturales es la manifestación de la existencia de elementos culturales que han sido considerados, no sólo distintos, sino mejores que otros. De ahí su adquisición. ¿Por qué? Muy sencillo; porque la cultura no constituye únicamente un conjunto más o menos grande de lazos emocionales que se traducen en signos de identidad. La cultura es mucho más, tiene un importante contenido de relación con el progreso humano y sirve esencialmente para satisfacer las necesidades y alcanzar los objetivos de la vida humana. Por eso se explica el que se hayan transmitido, de una a otra generación, determinados rasgos culturales. Es más, el hilo conductor de esos elementos culturales que han supuesto el progreso del hombre tiene un común denominador: la defensa de la dignidad de la persona humana.
Los rasgos culturales que subrayan esta nota fundamental, la defensa de la dignidad de la persona y la promoción de sus derechos fundamentales, son los que de verdad hacen posible el avance de la humanidad. No nos engañemos, si bien es cierto que ninguna cultura puede ser superior en todos sus aspectos, los elementos propios que han hecho posible su transmisión a otras culturas, han tenido forzosamente que haber sido valorados positivamente. Esto ha sido así históricamente y constituye el marco adecuado para entender el fenómeno del multiculturismo, tan en boga en nuestros días. Algunas versiones del multiculturismo, por ejemplo, han planteado que deben respetarse, como valores absolutos, “prácticas” culturales propias de ciertas comunidades que, desde una perspectiva humana, constituyen obvias vejaciones y laceraciones de la dignidad humana.
 Es el caso de la mutilación genital femenina por excelencia: la ablación del clítoris. Una “práctica” que todavía se realiza en una treintena de países fundamentalmente en continente africano. Afecta nada menos que a 200 millones de mujeres y aunque está prohibida en 23 países, la realidad acredita que se sigue practicando y que en Egipto, Somalia, Guinea o Sudán la tasa de mujeres mutiladas supera el 90%
La diversidad cultural y el respeto absoluto a las manifestaciones culturales de cada comunidad tienen límites. Y el más importante es la dignidad humana, de forma y manera que no se deben aceptar determinadas prácticas, presentadas como lo que no son, culturales, que lo que hacen es provocar sufrimiento y lesión de las condiciones de vida de las personas.
Las culturas existen para atender las necesidades vitales y prácticas de la vida humana: para formar una sociedad que perpetúe la especie humana y para transmitir a la gente joven e inexperta los conocimientos y la experiencia que han acumulado con esfuerzo las generaciones precedentes. Las culturas, más que etiquetas para singularizarse, constituyen un instrumento al servicio del propio ser humano o, si se quiere, son formas vivas y cambiantes para hacer todas las cosas que es necesario llevar a cabo en la vida. Por eso, toda cultura desecha las cosas que no funcionan y que constituyen un evidente obstáculo al desarrollo y, si es necesario, se adquieren rasgos culturales ajenos. Sobre todo, si tales prácticas traen consigo flagrantes atentados a los derechos inalienables de la persona.

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