Opinión

Centro político y 26-J

Una de las demostraciones de que entre nosotros sigue sin comprenderse el significado y alcance del espacio de centro la encontramos precisamente en la campaña de las elecciones del 26-J. Unos, suelen vincularlo a la derecha  en un ejercicio de pensamiento ideológico y bipolar tan simple como anticuado. Otros, piensan que el centro no es más que el punto equidistante entre una derecha y una izquierda definida según cánones políticos hoy superados. Los que afirman que el centro es el nuevo rostro de la derecha son quienes pretenden expender certificados de idoneidad democrática a diestra y siniestra, convencidos de que la superioridad moral de sus posiciones les permite toda suerte de medidas y de decisiones.  Quienes, por otra parte, pretenden ser de centro por arte de magia, con solo proclamarlo, demuestran con tal actitud una perspectiva electoral del espacio del centro bien simplista y reductora de su gran potencialidad.
Cualquiera de las encuestas que se manejen estos días con ocasión de las próximas elecciones revela que en el espectro del centro izquierda y del centro derecha se halla la mayoría de la población. Este dato refleja que la ciudadanía recela de posiciones puramente ideológicas y reclama ideas y proyectos que solucionen los problemas reales de la gente. La ciudadanía busca políticos y políticas públicas que demuestren compromiso real con los problemas colectivos reales que aquejan a no pocos ciudadanos. Parece que hoy se huye de discursos huecos, vacíos, de arengas políticas, de expresiones ideologizadas, tanto de derechas como de izquierdas. Ello es así porque va aumentando la madurez política del pueblo y, por ello, se buscan espacios políticos desde los que se construyan políticas públicas en función de las necesidades públicas reales de la ciudadanía.
En este contexto, el espacio de centro, como la tercera vía desde otro punto de vista, aparece como un  espacio político desde el que es posible la racionalidad, la mentalidad abierta, la metodología del entendimiento y la sensibilidad social. Mientras que derecha e izquierda siguen enzarzadas en discusiones bizantinas sobre el tamaño y la dimensión del Estado o del mercado, desde el centro, a partir de otros parámetros, es posible proponer nuevas políticas desde planteamientos alejados del pensamiento ideológico y bipolar que tanto daño ha hecho a España y a los españoles. Es decir, en lugar de quedarnos en esos modelos teóricos que se pretenden aplicar unilateralmente sobre la realidad y en esas esquizofrénicas divisiones entre buenos y malos que trae consigo el pensamiento ideológico, es menester trabajar sobre la realidad, para, desde ella  proponer soluciones que en el marco de los principios básicos del espacio del centro, puedan ciertamente resolver los problemas de las personas. Algo alejado de las posiciones y planteamientos que a día de hoy ofrecen los partidos tradicionales, todavía bien encorsetados por la primacía de la cúpula y la tecnoestructura.
Comprendo que es difícil, bastante difícil, con las toneladas de ideología que han caído en los últimos años, que el panorama del espacio del centro se despeje. Sin embargo, se debería aspirar a que los partidos clásicos moderen sus puntos de vista y, si no es posible, que la moderación como proyecto político alcance sustantividad propia e ingrese a la palestra política. Por una razón, porque la política, tal y como hoy todavía se practica, necesita de una amplia operación de purificación con el fin de que a través de la democracia que la Constitución exige a las formaciones partidarias, éstas sean capaces de aglutinar en su seno las ideas que las justifican, no los prejuicios y clichés que anidan en las mentes de quienes piensan que el poder lo justifica todo, y que terminan que secuestrar las organizaciones en su propio beneficio. El poder se justifica en el servicio objetivo al interés general. Y la democracia, es el poder del pueblo, para y por el pueblo. Algo que se predica con ocasión y sin ella y que, sin embargo, habría que preguntarse sobre su virtualidad real. El 26-J es una buena también ocasión para pronunciarse sobre ello.

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