Opinión

La supervivencia de la democracia

Las élites han fracasado al no entender lo que les ha pasado a las clases medias. España es una sociedad contradictoria, una de las economías más importantes del mundo, con una sociedad masculina, demasiado gerontocrática y poco meritocrática. Le falta modernidad y globalidad". Un excelente diagnóstico de Manuel Muñiz, decano de la Escuela de Relaciones Internacionales del Instituto de Empresa. Las élites están fracasando en la forma de afrontar un cambio social que no entienden o no quieren entender y el país sigue sin emprender las reformas que son imprescindibles. Y, a pesar de todo, avanzamos. No se sabe bien si es que los demás están todavía peor que nosotros -Estados Unidos con Trump, Francia intentando salir de la atonía y de los graves riesgos, Italia en la indefinición, Gran Bretaña con el Brexit...
A la espera de la innecesaria, oportunista e inútil moción de censura presentada por Podemos y con el PSOE digiriendo el cambio, la inestabilidad política sigue instalada en la política española y no será fácil llevar a la práctica ese cambio hacia la modernidad que necesita este país. Y sin embargo, éste debería ser tiempo de estadistas, de políticos que sepan poner los intereses generales por delante de los personales o de los de sus partidos. Lo que está pasando en España -descubrimiento diario de casos de corrupción, luchas fratricidas en los partidos, retos independentistas, aparcamiento de los problemas y de las reformas ante la imposibilidad de acuerdos-, impide que se afronten los cambios indispensables y consensuados: una reforma de la Justicia que garantice de una vez su independencia; una reforma educativa que acabe con el fracaso escolar y con el permanente deterioro de su calidad, por culpa de leyes que premian la mediocridad; una nueva financiación del Estado y de las comunidades autónomas, con un nuevo sistema fiscal y una política de pensiones sostenible; un nuevo modelo económico basada en la modernización tecnológica, en el impulso sostenido de la I+D+i; y una política social coherente, posible, que ponga fin al incremento de la creciente desigualdad que se está instalando en España.
Y, además de todo eso, una clara regeneración de la política, de las instituciones y de los partidos. Y eso lo tienen que hacer, poniendo fin a la arrogancia, a la corrupción y abriendo las ventanas a la transparencia, las mismas élites que han fracasado en la comprensión de las nuevas demandas de los ciudadanos. ¿Serán capaces? No es fácil responder, pero sí parece claro que si no lo hacen desde la responsabilidad, la solidaridad y la generosidad, lo que estará en riesgo es la supervivencia de la propia democracia.

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