Opinión

La calidad de la democracia

El presidente Rajoy era uno de los líderes políticos menos valorados y su caudal político estaba agotado mucho antes de que prosperara la moción de censura. En parte por inacción política, en parte por incapacidad o por falta de voluntad para llegar a pactos de Estado con otros grupos políticos sobre los asuntos fundamentales de la España actual: el problema territorial, la financiación de las autonomías, la fiscalidad, la educación, la justicia, las pensiones. Lo peligroso es que, dentro de unas semanas o de unos meses, echemos de menos a Rajoy.
La calidad de la democracia depende de factores como los derechos políticos y las libertades, la solidez del Estado de Derecho, la participación ciudadana, la transparencia y la rendición de cuentas, el control y la limitación del poder político, la calidad de las leyes, la desigualdad social...
Muchos esperábamos -y más por el bagaje político de los nuevos ministros y lo que parecía un presidente que había aprendido de sus errores- que mejorarían algunas cosas con el nuevo Gobierno. Que tratarían de afrontar los problemas importantes. Se han quedado en sacar a Franco como sea del Valle de los Caídos. Pensábamos que era posible un mayor respeto a la democracia. Pero gobiernan con el decreto ley en la pistolera y, como dice Sosa Wagner, "el decreto ley era abominable con Rajoy, pero en manos de Sánchez adquiere un suave aroma democrático". Fueron los socialistas los que recurrieron muchos decretos ley ante el Tribunal Constitucional y el TC les dio la razón por el uso ilegítimo de una medida excepcional.
Se esperaba una política de derechos humanos reforzada y acabamos expulsando a los inmigrantes sin respetar sus derechos y criminalizándoles judicial y socialmente. Buscábamos coherencia y unidad en el Gobierno y encontramos ocurrencias, contradicciones permanentes y rectificaciones de 180 grados en apenas unas horas como en el caso del juez Llarena. Queríamos unos medios de comunicación públicos independientes y los directivos provisionales de RTVE -están para tres meses, al menos teóricamente- han cambiado a casi todos los anteriores como si fueran a dirigirla durante años. Hablábamos de profesionalizar la Administración Pública y un Gobierno teóricamente provisional, hasta la convocatoria de elecciones, ha nombrado más ministro, más asesores, ha relevado a más cargos públicos que nunca, ha cambiado a la mitad de los embajadores y ha puesto en todas las empresas públicas a políticos de partido. Los mejores, no; los del partido. Buscábamos instituciones fuertes y lo primero que se pretende es cargarse el Senado y alterar la norma constitucional. Y más impuestos y más gasto público. Todo eso desde la inestabilidad parlamentaria, la dependencia de socios nada fiables, la provisionalidad y la debilidad. Es un vaciamiento encubierto de la democracia.

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