Opinión

El vertedero de Villarejo arroja diversos materiales

Hace unos años, en una respetable corporación profesional de Galicia, cuyo secretario era una encantadora y buena persona homosexual, se produjo una situación peculiar en el transcurso de una asamblea. Todos conocían y respetaban a su secretario, hombre discreto donde los hubiera. En un momento de la asamblea general, el decano de la entidad colegial comentó: “El problema de este colegio es que hay muchos maricones….”. Y con la misma llaneza, poniendo la mano sobre el hombro de su secretario añadió: “Y no lo digo por ti, Pepe”.
¿A dónde quiero llegar con este comentario? Pues a que en el uso coloquial y desenfadado y en situaciones parecidas, hay expresiones que no siempre van cargadas de intenciones peyorativas, porque no existe ánimo de injuriar, que es uno de los elementos esenciales de la injuria. Antes al contrario, de modo informal, en el ámbito de colegas o amistades, ¿quién no le ha dicho a otro “mariconazo, cabronazo… o cosas así?
En modo alguno tengo yo el propósito de disculpar a nadie y menos a una ministra del actual gobierno por sus dichos, pero tampoco quisiera ser insensible a los efectos de la escombrera que vierte sobre las instituciones de la nación el ex comisario Villarejo. Vayamos a la fuente: Una conversación informal, sobre todo si es en la mesa, donde se habla de las más diversas cuestiones es justamente eso: una conversación de carácter privado, cuya finalidad no es ser grabada ni tampoco divulgada. Si en este caso, alguien la graba, para su uso posterior, habrá que valorar, esencialmente, su utilidad y legitimidad judicial si descubre un delito cometido o por cometer. Y en ese caso, tales grabaciones han de ser procesadas con los adecuados resguardos y garantías y sometidas a un peritaje que demuestra que son ciertas las grabaciones y los datos que revela.
Pero es inevitable que esa divulgación tenga efectos sociales y políticos, aunque no siempre los tenga judiciales. Cuando en noviembre de 1994, las Asociaciones de la Prensa de España, aprobamos el Código Deontológico de los periodistas se marcó como un punto relevante de nuestros principios morales que el periodista debe obtener siempre la información de modo lícito.
Es evidente que el ex comisario Villarejo, que tiene marcado perfil de delincuente sobre el de policía, extiende su mercancía sobre todas las instituciones del Estado, y no sabemos todavía lo que nos espera de este deleznable sujeto que se ha relacionado con la política, la judicatura, el mundo de la empresa y todas las cloacas del Estado. Pero, pese a la repugnancia que nos genere, no podemos olvidar que ha aportado indicios de cuestiones que por su gravedad requieren ser, al menos contratados con todas las garantías.
De las revelaciones de la conversación entre la ministra Delgado y Villarejo se desprenden cuestiones de diverso calado, según se mire. Hay que contextualizar las palabras en un almuerzo, por lo tanto, un ambiente informal, donde la ministra de Justicia llamó “maricón” a Fernando Grande-Marlaska, confesó su preferencia por “tribunales de tíos” y desveló que jueces y fiscales estuvieron con “menores” en Cartagena de Indias (Colombia) durante un viaje enmarcado en el programa Aula Iberoamericana de formación judicial para la comunidad jurídica latinoamericana que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) desarrolla desde hace 25 años. Así se escucha en la cinta que está difundiendo estos días el portal moncloa.com. Para mí, lo especialmente grave es lo último, pues el resto no dejan de ser opiniones personales. Lo de los jueces y magistrados, si se identificara a los citados es un asunto delicado, primero porque no existen elementos de prueba visibles, salvo la referencia de la ministra; segundo, porque ocurrió, de haber ocurrido en otro país, si bien explicitaría la calidad moral de unos sujetos que, precisamente en España, tienen que perseguir la conducta que se les atribuye.
De todas las evacuaciones que viene haciendo Villarejo, creo que la más grave y digna de ser investigada es aquella sobre las cual los partidos dinásticos, PP y PSOE, se apresuraron a tender una capa protectora, como es costumbre, sobre la persona del rey honorífico (mal llamado emérito), a propósito las grabaciones a la empresaria alemana y amante Juan Carlos I, Corinna Sayn-Wittgenstein, que, en una conversación con el ex comisario Villarejo, destapó supuestas actividades ilícitas del monarca que van desde el cobro de comisiones a la evasión impuestos, bienes y propiedades.
Esto es, a mi entender, lo más substancioso que extraer del vertedero de Villarejo. 

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