Opinión

¿Reinará Leonor Borbón Ortiz?

No creo que, con independencia de sus ideas, no haya seguido con simpatía el debut de la princesa de Asturias, Leonor Borbón Ortiz en los premios que llevan su nombre y que, sin duda, dan prestigio, proyección y buena imagen a España en el mundo y contribuyen a premiar a personas e instituciones de relevantes méritos. La ceremonia es hermosa y tiene un carácter institucional y simbólico que, aparte de todo esto, emite su propio mensaje, la continuidad dinástica. Pero al ver a esta niña natural y en su papel, es inevitable que pensemos que, frente a su predestinación, y con independencia de su propia vocación, habrá miles de niñas como ella que el día de mañana podrían ejercer el papel que se le reserva como jefe del Estado, elegidas por sus conciudadanos de manera democrática.
¿Por qué la bisnieta de un taxista y de una madre antes de ayer republicana, nace con tal predestinación? ¿Qué tiene la estirpe de Puigmoltó, padre biológico de Alfonso XII que no tiene cualquier otra?  Guglielmo Ferrero afirma que incompresible que una institución o un cargo público tan relevante como la jefatura del Estado pueda transmitirse biológicamente. José Cadalso, en sus famosas “Cartas Marruecas”, explica qué es la herencia dinástica: “Nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que ochocientos años antes de mi nacimiento muriese uno que se llamó como yo me llamo y fue un hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo”.
En el caso de la actual dinastía reinante en España, ese fundamento “biológico” es poco sostenible: Las Cortes de Cádiz privaron del “Derecho de Sucesión” al infante Francisco de Paula, hermano menor de Fernando VII, por creerlo hijo de Godoy. A su vez, el hijo de Francisco de Paula, Francisco de Asís, casó con su prima Isabel II, en el seno de cuyo matrimonio nacieron varios hijos, todos de padre distinto, entre ellos el futuro Alfonso XII. A través de los documentos vaticanos de la beatificación del padre Claret, confesor de la reina, y de los propios testimonios dejados por la directamente interesada, se sabe que el padre verdadero del tatarabuelo del actual monarca fue en realidad un apuesto oficial del Arma de Ingenieros, llamado Enrique Puigmoltó. Esto es, el Rey desciende de este caballero valenciano. Con razón decía Juan Carlos a sus biógrafos que las “leyes de familia” (a través de las cuales recibe la llamada legitimidad histórica) son una “antigualla”. 
Las generaciones que no asistieron a la forma en la que el Franquismo logró la continuidad del sucesor del dictador a título de Rey, jefe de una monarquía electiva, consideran hoy que no es un tema cerrado por la Constitución de 1978 y reclaman que les permitan dar la respuesta que se hurtó a sus padres con la complicidad o el silencio de los medios, y una Ley de Prensa reformada para evitar que pudiera plantearse el debate de las cuestiones esenciales sobre el futuro de la nación.
Ese referéndum previo sobre la forma del Estado y su cabeza habría despejado muchos de los problemas que actualmente acucian a la nación española. No deja de ser curioso que tanto en los comentarios de los asistentes a la reunión del Movimiento Europeo de 1964, el llamado “Contubernio de Munich”, como años después la Junta Democrática o en las propias negociaciones entre la oposición y Don Juan de Borbón, aparezca siempre como mecanismo de la salida del Franquismo una consulta a la nación que habría de solventar la forma de la jefatura del Estado, el futuro régimen y de la estructura misma del Estado. 
¿Por qué no hubo referéndum sobre monarquía o república durante la transición? Esta consulta estuvo encima de la mesa, pero se desechó. En una entrevista no conocida de la periodista Victoria Prego, en 1995, al expresidente del Gobierno Adolfo Suárez aseguró (en la entrevista emitida en Antena 3): "Cuando la mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me pedían un referéndum sobre monarquía o república..., hacíamos encuestas y perdíamos”. La solución para que esta consulta no se realizara fue meter "la palabra rey y la palabra monarquía en la ley" de la Reforma Política de 1977. De esta manera, "dije que había sido sometido a referéndum ya", explica. Poniendo monarquía en la ley, se aseguró la permanencia de la institución. 
Es particularmente interesante recuperar ahora las famosas Bases institucionales de la Monarquía Española, fechadas en Estoril el 28 de febrero de 1946,  donde se decía: “Las presentes bases serán sometidas a la voluntad de la Nación libremente expresada, sin perjuicio de que entren desde el primer momento en vigor aquellas prerrogativas que son inherentes al principio de legitimidad que encarna la persona del Rey”.  ¿Qué quería decir el Conde de Barcelona con someter a la voluntad de la nación libremente expresada? ¿Acaso un referéndum? ¿O de qué otra forma se puede expresar libremente, en su conjunto, la voluntad de la nación? 
Que le den las vueltas que quieran, pero el futuro de la Corona sigue siendo un asunto pendiente. ¿Reinará la princesa Leonor?

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