Opinión

Los tres alcaldillos de las Mareas

A poco de que iniciaran su mandato –no sé por qué algunos se empeñan en escribir “legislatura” con respecto al tiempo político en el ámbito municipal- advertí que los alcaldes de A Coruña, Santiago y Ferrol, que llegaron a sus consistorios en alas de una de las contratas de Podemos, a saber: Xulio Ferreiro, Martiño Noriega y Jorge Suárez presentaban evidentes síntomas de confundir sus propios prejuicios con el sentimiento generalizado de las poblaciones que iban a administrar.
Y para ello eché mano de lo que al respecto nos enseñó el profesor Giovanni Sartori, dando cuenta de que era frecuente que determinados políticos confundieran la representación legal (los que piensan como ellos); la representación legal (el modo a través del cual han llegado a convertirse en primeros ediles en este caso, con la representación sociológica, que no es uniforme, sino justamente variada. Y por ello, especialmente un alcalde, ha de ser ecuménico y respetuoso como tradicionalmente lo son los alcaldes de Roma, que acuden a los actos del Vaticano. Es conocido el ejemplo del último alcalde comunista de Rosa, quien, como todos sus predecesores y sucesores, acude a los actos del 8 de diciembre en la plaza de España, frente a la embajada de nuestro país, día en que los bomberos colocan un ramo de flores en lo alto de la columna de la Inmaculada.
Ferreiro, Noriega y Sánchez se van con más pena que gloria. No sólo no resolvieron ninguno de los problemas de sus ciudades, sino que innecesariamente disgustaron a la mayoría de sus vecinos, por encima de sus ideologías. Y además dejan el recuerdo de su falta de categoría para los puestos que desempañaron. Todavía avergüenza ver a Jorge Suárez desaliñado y descamisado recibiendo visitas institucionales de cortesía en la ciudad departamental.
Ferreiro se cargó algunas de las tradiciones más sentidas de los coruñeses, entre ellas la ofrenda a la Virgen del Rosario, que trasciende de su carácter religioso y era desde hace cientos de años el recuerdo de cuando la ciudad era atacada por el corsario Drake y la urbe –ciudad de realengo- se puso bajo su protección y todos los años, alcalde y corporación bajo mazas lo recordaban.
Y aún peor, el de la gorra perpetua, Martiño, dejó de asistir en nombre de la ciudad a los actos jacobeos tanto los que se celebran el 25 de julio, como en la traslación. Y para rematar, como dos talibanes, los alcaldes de A Coruña y Santiago, dejaron de representar a sus respectivas ciudades a la Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia, que en la infraoctava de Corpus se celebra en Lugo, con asistencia de los símbolos de las siete ciudades del antiguo reino de Galicia, que es una representación visual precisamente de Galicia como tal.
Ninguno de ellos entendió que, aunque de origen religioso, determinadas tradiciones tienen un carácter sociocultural como parte de la historia de sus ciudades y que en las suyas hay notables usos y costumbres que forman parte del sentimiento colectivo por encima de las propias ideologías
Cabe preguntarse ahora, si los nuevos alcaldes repondrán en su sitio las cosas de siempre y se tratará de reparar los estropicios que dejan estos tres personajes tan expresivamente borrados del mapa.

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