Opinión

Llamar “facha” a todos los contrarios es un acto fascista

La generación del insulto de “fascista” de cierta pretendida izquierda contra todos los que tengan otra ideología es un bumerán que regresa al punto de partida de quien lo lanza y denota la pobreza argumental de su tópico discurso y la propia condición del lanzador. Llamar  “fascista”, “facha”, “filonazi” y sus variantes se ha convertido en un manido recurso dialéctico que anida en determinadas capas del PSOE no sólo contra los adversarios políticos a su derecha, sino contra sus propios compañeros discrepantes que, en la hora presente, se han mostrado contrarios o meramente críticos con Pedro Sánchez y sus políticas. Y como tales han sido tachados de “fachas” personajes como el propio Felipe Gonzáles, Alfonso Guerra, Corcuera, Paco Vázquez y otros, además de traidores.
Pero es que incluso el PNV o el PdCat y otros consideran fascistas a todos los que critiquen sus planteamientos, además obviamente del resto de los consocios en el acuerdo para llevar al Doctor Pedro Sánchez a la Moncloa. Incluido obviamente Bildu-ETA. Rebatir esta solemne simpleza no merece un gran esfuerzo intelectual. En España, en nuestros días, lo que tenemos son dos grandes bloques: el de los partidos constitucionalistas y el del que no lo son. Y en ese sentido, la clara posición en el primero del PSOE a lo largo de nuestra reciente historia democrática presenta algunas preocupantes lagunas estos días, a juicio de muchos de sus propios militantes –ahora también “fachas” que en tal sentido se han expresa o han abandonado el partido como es conocido. No es que hayan dejado de ser socialistas, sino que por serlo no se acomodan dentro en la situación presente.
Y uno de los signos más desoladores es el relativismo moral que estos días apreciamos en el sentido de que llegar a la Moncloa gracias al voto de Bildu-ETA o de partidos que cuestionan, combaten, incumplen o quieren abrogar la Constitución y salirse del Estado, es algo ejemplarmente democrático, en tanto los pactos entre los partidos que forma parte del centro y la derecha es una infamia. Y seré más claro: no me gusta VOX ni no pocos aspectos de su programa y objetivos; pero de momento acepta formalmente la Constitución, por mucho que rechinen algunas de las cosas que dicen o proponen. ¿Y lo que proponen Podemos y sus contratas qué? ¿No es el mismo extremismo de otro signo?
Un partido constitucional, como hasta ahora era el PSOE, puede emplear toda su artillería dialéctica para defender su programa, sus ideas, sus propuestas frente ante el bloque conservador o liberal (por cierto, que Don Indalecio Prieto decía que él era socialista a fuer de liberal), pero considerar fascistas sin más a quienes lo forman es una simpleza bastante estúpida y, sobre todo, una inexactitud. ¿Y qué decir del resto de los que usan esta expresión? 
Estas reflexiones no sirven para nada fuera del contexto de la escasa sensatez que se ha instalado en el debate político nacional y que no dejaría de ser una anécdota si no lo adobara un odio evidente del que los españoles tenemos dolorosas evidencias en nuestro pasado.
Y lo mismo digo de quien insulta desde el bando contrario. Pedro Sánchez no es “un okupa” de la Moncloa. Guste o no ganó una moción de censura de modo democrático en el Congreso de los Diputados. Es un presidente legítimo plenamente. Ni tampoco cabe motejar sin más de “traidores” a los miembros del actual Gobierno y su presidente, por mucho que nos preocupe su política hacia Cataluña que no rebasó, aunque anduvo cerca, la línea roja sin retorno.
En todo caso, dejado sentado que todo insulto de uno y otro signo es inadmisible, es evidente, porque se ha generalizado, que quienes motejan de “facha” al que expresa un pensamiento que no coincide con el suyo o discrepa críticamente dentro de su propio partido, no sabe exactamente qué es el fascismo. Y lo que es peor reparten ahora carnés de demócrata y llegan a la impudicia de llamar “fascista” a quienes sí estuvieron en la lucha contra el fascismo y llevan en el pecho sus secuelas.

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