Opinión

Fue Pujol quién impuso el término nacionalidades en la Constitución

Fue Jordi Pujol quien impuso que se introdujera la expresión “nacionalidades” como entes diferentes de las autonomías comunes, en la Constitución, según reveló el que fuera ministro de Administración Territorial Manuel Clavero Arévalo, en una entrevista con “El Confidencial”, publicada el 7 de noviembre de 2015. Pero entre unas y otras la única diferencia, según éste, era los plazos para la tramitación de sus estatutos, más rápido el de las nacionalidades, debido a sus precedentes republicanos. Pero no en competencias posibles.
En este sentido, recordaba que el término fue adoptado, con no poca controversia y señalaba la diferencia entre regiones y nacionalidades: “Siendo eso así, que está en el artículo dos, lo que se olvida siempre es que eso no supone ningún privilegio, que la propia Constitución garantiza la autonomía para todos, ya se consideren nacionalidades o regiones. La única diferencia entre unas y otras era el tiempo: mientras que las mal llamadas históricas podían iniciar la autonomía plena inmediatamente, las demás tenían que esperar cinco años y, a partir de ahí, ir ampliado competencias progresivamente. Las regiones se guiaban por el artículo 143 y 148 apartado segundo, y las nacionalidades por el artículo 151. ¿La diferencia? Pues esa, una cuestión de plazos. No se quiso dar todas las autonomías de golpe, sino de forma paulatina, como decía Fernando Abril, para no generar un gran problema en aquellos momentos. Por tanto, el ‘café para todos’ no es ningún invento; está en la Constitución”.
Si esta es la propia explicación que ofreció el ministro encargado del desarrollo del Estado de las Autonomías no cabe colegir que, al menos él o entendía que la expresión nacionalidad fuera sinónimo de nación. Y, sobre todo, como expresó de modo explícito, que lo que luego se llamaron “hechos diferenciales” sustentara privilegios y diferencias entre los españoles que tuvieran vecindad civil en unas u otras comunidades.
De suyo, las tres primeras nacionalidades españolas, consideradas “históricas” (a mi entender de modo sesgadamente erróneo, como si Castilla, León, Asturias, Valencia, Aragón o el resto no fueran igualmente históricas) fueron Cataluña, el País Vasco o Galicia, basándose en el hecho de que las tres llegaron a tener aprobado Estatuto de Autonomía, durante la II República, si bien el de Galicia no llegó a entrar en vigor, por la guerra civil. Pero en nuestros días, definen también como nacionalidades los estatutos de autonomía de Andalucía, Aragón, Islas Baleares, Canarias, Comunidad Valenciana. ¿Son todas naciones o van camino de serlo?
La forma en que se introdujo la expresión nacionalidad en la Constitución, que ahora sabemos, por boca de Clavero Arévalo que fue cosa de Pujol, tiene también relación con el intento de atraer a los nacionalistas vascos del PNV. El propio Arzalluz trató del asunto con Gregorio Peces Barba, logrando que se cediera en el delicado asunto del “Concierto Vasco”, de tantos efectos como criticado posteriormente.
Con motivo del 40 aniversario de la Constitución se conocieron algunos secretos hasta entonces guardados sobre su gestación. Para agilizar su tramitación, fueron comisionados, respectivamente por UCD y el PSOE, abril Martorell y Alfonso Guerra, quienes, en lo que se llamó “El pacto del mantel” (establecido en el Restaurante “José Luis”, de Madrid) acordaron de un tirón 23 artículos, sobre asuntos tan delicados como la forma del Estado, la pena de muerte, la huelga, la mayoría de edad, la lengua oficial y otros. Uno de los puntos atascados fue introducir el término “nacionalidad”, ya que la ponencia oficial sólo empleaba “autonomía” para referirse a las regiones. Luego se supo que la orden de introducirlo llegó de la Moncloa, a dónde, según Clavero, había enviado la sugerencia el mismísimo Pujol, con intención de que con el tiempo fuera sinónimo de nación con especial referencia a Cataluña.
Ahora, la propuesta de convertir al Estado de las Autonomías como “Estado plurinacional” o nación de naciones (que el doctor Pedro Sánchez reduce a Cataluña, País Vasco, Galicia y España, o sea el resto) no tiene muchos referentes a imitar, aunque se pretende poner como ejemplo al República Federal de Alemania, La Confederación Helvética o los Estados Unidos. La simple lectura de sus constituciones y la historia nacional desmonta tales similitudes. Más bien, ese camino parece conducir a la balcanización de España o, aunque se diga en broma, recordando a Berlanga, al Imperio Austrohúngaro. 

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