Opinión

Crecientes simplezas y vetos en el uso cotidiano del español en los medios

Hace unos días intervine en un coloquio sobre alguna de las, a mi entender, simplezas léxicas que se han introducido sobre todo en los medios audiovisuales, que omiten datos de determinadas noticias para evitar ser tildados de xenófobos islamófobos y toda la retahíla subsiguiente. Ya he citado esas dos grandes estupideces que los Estados Unidos han introducido en sociedad: una es la famosa frase del ex vicepresidente de Nixon Spiro Agnew, que sajonizó el nombre griego de su padre para ser más americano, y que se inventó aquello de la “mayoría silenciosa”; o sea, que los que no se manifiestan piensan como yo; y aparte de eso la otra gran creación, tan prendida hoy en España, es eso de lo “políticamente incorrecto”, o sea, que no se debe decir lo que todos pensamos que es lo correcto, pero que tiene que omitir por alguna otra razón interesada. En nuestro caso es particularmente innecesario porque tenemos palabras como “oportuno” o “pertinente” en cada caso. Pero ahora hay otras palabras que no se pueden decir, las bandas latinas son ahora bandas juveniles, sin más, y no se puede especificar, como en el caso reciente de varios violadores marroquíes que son de origen magrebí o moros. Esto sí que es curioso. La expresión moro no tiene, pese a que ahora se empeñen en lo contrario, una connotación necesariamente despectiva. "Moro" viene de "Mauri" que era la palabra con la que los romanos calificaban a los pueblos del Norte de África, o sea la Mauritania Tingitana. Se correspondía aproximadamente con la parte noroeste del actual Marruecos, abarcando también las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Los moros de nuestros días son los bereberes y los árabes de Marruecos y Mauritania. 

En Galicia hubo dos moros muy conocidos: Mudarra, un converso, a quienes los Reyes Católicos nombraron nada menos que Cuadrillero Mayor de la Santa Hermandad, y sobre todo Ben Mizziam, a quien Franco nos mandó como Capitán General de Galicia, cuando esta dignidad militar era de facto la primera autoridad a todos los efectos de la región. Mizziam era musulmán sunita, riguroso en el rito y en el seguimiento del Coram, lo que dio lugar a divertidas situaciones. Por lo pronto, cada vez que, por cualquier motivo, visitaba Santiago de Compostela, las autoridades municipales tenían que tapar con flores todas las estatuas en las que se presenta a Santiago el Mayor bajo la advocación de "Matamoros", fama ganada con su milagrosa aparición en la batalla de Clavijo, lo que le deparó el patronazco del Arma de Caballería. Además, la Ofrenda Nacional, el 25 de julio, la presentaba el capitán general del Departamento Marítimo en nombre de Franco, pese a que esta encomienda se reservaba siempre al del Ejército de Tierra.

Conocí a un profesional de hostelería que sirvió como camarero en Capitanía General, y me contó situaciones curiosas. Mizziam, como impone su religión, no consumía carne muerta, sino "matada". Pero como en La Coruña no existía ninguna carnicería bendecida por el Imán, él mismo, personalmente, bajaba a las cocinas a degollar los corderos. En una ocasión sorprendió a los soldados a su servicio preparándose un cocido y montó en cólera. Los asombrados cristianos temblaban de miedo, dado lo violento de la situación. Pero la ira del moro se aplacó, pese a que ordenó que fueran retiradas de sus cocinas todos los utensilios contaminados por el animal impuro. Los sirvientes tuvieron que llevarse los perolos a un bar cercano (no iban a tirar el "jalufo", que es como los muslines llaman al cerdo), para dar cuenta posteriormente de sus manjares. En Capitanía se daban espectaculares cenas moriscas, conforme al rito musulmán. Los invitados tenían la obligación de dejar un donativo para los sirvientes. O sea, que, salvo tener precaución con el cerdo, los soldados que servían al moro no lo pasaban tan mal.

¿Habrá que corregir el poema de Manuel Machado “Soy de la raza mora, vieja amiga del sol”? ¿Deberá modificarse la letra de “Andalucía sultana mora? Una de las hijas de Mizziam, que estudió en Santiago, se zampaba bocadillos de jamón con alegría. No sé si fue ésta la que se casó con un oficial del Ejército español; pero cuando Mizziam regresó a Marruecos y se puso al servicio de Mohamed V y luego de Hassam II, y fue ministro del Ejército, dejó al marido sin esposa, llevándosela por las buenas (se dijo que fue un secuestro) a la desposada, aprovechando una visita a Marruecos. Franco no dijo nada; pero Muñoz Grandes se consideró ofendido e incluso consideró que era una afrenta al Ejército español y, en consecuencia, casus belli. Pero la morita se quedó en Marruecos y el desolado esposo sin su hurí. Franco pensó que eran cosas del destino.

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