Opinión

El caso de los etarras de Bildu y la diferencia entre lo legal y lo moral

Casi da vergüenza tener que recordar a estas alturas la diferencia entre lo moral y lo legal, como nos enseñaron los clásicos. O sea, que un acto puede ser legal, pero rechazable moralmente. Fue Kant quien con mayor precisión diferenció ambas cosas. Es muy conocido su análisis al respecto, cuando nos dice que la Ley, o sea, la consecuencia de aplicarla, lo legal, es “heterónoma”, mientras que la moral es autónoma. Esto quiere decir que las normas legales son establecidas por otras personas, mientras que las normas morales nos las imponemos a nosotros mismos. Una persona es autónoma cuando es capaz de ponerse a sí misma sus propias normas.  Pese a la influencia de Kant sobre Kelsen, éste es más preciso al precisar que la influencia de la moral en el Derecho desemboca en el concepto de la Justicia, o de lo justo, pero que el Derecho como ciencia es autónomo.  A lo largo de la historia, los hombres han sabido diferenciar lo bueno de lo malo y lo justo de lo injusto en función de una serie de valores que la propia sociedad se ha ido dando. Para Kelsen, las sanciones propias de la moral se reducen a la aprobación de la conducta conforme a la norma, y la desaprobación de la conducta contraria a la norma, sin que en modo alguno entre en juego el empleo de la fuerza física. La diferencia entonces, no se reconoce respecto de que sea lo que ambos órdenes sociales (La moral y el Derecho) ordenan o prohíben, sino únicamente en cómo ellos obligan o prohíben una determinada conducta humana. El Derecho se puede imponer, la norma moral, no. No obstante, Kelsen decía que una norma era mucho más efectiva cuando se cumplía por convencimiento, no por miedo a la sanción. 
Pero vamos al asunto actual, la presencia de un buen puñado de etarras de primera línea, o sea, autores de asesinatos, y subalternos diversos en las listas de Bildu para las próxima elecciones autonómicas y municipales es legal, como se pregona desde ciertos sectores de la izquierda y sus extensiones. Es legal en cuanto los candidatos se hallen en plenitud de sus derechos ciudadanos, sin causas pendientes ni otras consecuencias de sus actos que los privara accesoriamente del derecho al sufragio pasivo y otros. ¿Pero es moral que el partido que forma parte de la tan alabada “mayoría de progreso del doctor Sánchez” lleve en sus listas a antiguos pistoleros y otra tropa del mismo jaez y que los presente en las mismas plazas donde asesinaron a otros vecinos?  Es consecuente con la actual marca del brazo político extensivo de ETA que ni ha pedido perdón, ni ha condenado el terrorismo, ni ha colaborado en aclarar los más de trescientos asesinatos impunes o la desaparición de tres jóvenes gallegos, secuestrados, torturados y de los que nunca más se supo, al haber sido confundidos con guardias civiles. La actitud de Bildu nos recuerda los escrúpulos que en su día mostraran los doctores Sánchez y Calvo en cuanto a andar en tratos con este partido y lo que representa y denotaban entonces una clara sensibilidad. Guiados por Kant, conviene recordar que lo moral se fundamenta en los valores de la persona, del individuo y que son referentes de la sociedad en la que se vive, como principios esenciales de la misma. O sea, ciertamente, que lo moral conlleva una carga de subjetividad personal y social. Las leyes son las normas de convivencia que una sociedad se otorga para regular su convivencia y garantizar en una sociedad democrática libertades y derechos. Esto es, lo legal, y el Derecho debe ser objetivo.
Bien es cierto que otros autores diferencian lo legal y lo legítimo, de modo que el concepto de moral se traslada a determinados valores de convivencia que cuando se ignoran o traspasan “deslegitiman” determinados actos legales. Y eso nos lleva a otra pregunta: estando fresco el balance de los crímenes y estragos de ETA, estando todavía pendientes de purgar su condena algunos de los más sanguinarios criminales y otros con causas pendientes, ¿es legítimo que se haga tabla rasa del pasado y se lleve a las listas a sujetos de ese mismo pasado? Pero más allá de Kant, desde el punto de vista de los valores que creemos deben alimentar una sociedad civilizada, precisamente en el terreno de la política, nos viene a echar una mano el mismísimo Platón, quien nos enseñó que el Estado no es un fin en sí mismo, ni este fin es subordinar el hombre a la ciudad, sino, por el contrario, hacer que la ciudad sirva de instrumento a la perfección moral del individuo. La idea esencial y perdurable del que ha prevalecido a través de todos los tiempos es, como veremos, la de que el gobierno debe fundarse en la ética y en la razón.

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