Opinión

Anular las condecoraciones del franquismo

La aplicación sucesiva de la futura “Ley de Memoria Democrática”, según el anteproyecto que se conoce, no sólo afectará a los símbolos del régimen de Franco, ya expurgado –a veces con lamentables errores—en cuanto a escudos, placas y monolitos, sino que alcanzará a elementos arquitectónicos o simbólicos como la Cruz del Valle de los Caídos, el Arco de la Victoria de Madrid y, aspecto éste de enorme repercusión, a las condecoraciones militares otorgadas en el llamado bando nacional con motivo de la guerra civil

En los dos lados fueron otorgadas diversas condecoraciones a los combatientes de carácter semejante, en cuanto actos personales, pero obvia motivación diferente. Según el anteproyecto de Ley de Memora Democrática, el Capítulo IV prevé, entre otras medidas, la revocación de distinciones, nombramientos, títulos y honores institucionales, de condecoraciones y recompensas o títulos nobiliarios, que hayan sido concedidos o supongan la exaltación de la Guerra Civil y la Dictadura. Parece claro que, aparte de los títulos otorgados por Franco a sus generales, la redacción abre la puerta a la anulación de las cruces y medallas otorgadas a los combatientes del bando nacional, que fueron agentes activos para la victoria. Piénsese que hay banderas de actuales unidades del Ejército español que lucen corbatas y símbolos de haber sido condecoradas por las acciones de sus soldados durante la guerra civil, como es el caso de Regulares 2 (ahora 52) que es la bandera más condecorada de las fuerzas armadas.

Salvo en el caso de la Laureada y la Medalla militar individual, que son las dos condiciones más importantes de España, no se tiene un censo preciso del resto de las medallas y cruces otorgadas en su conjunto. Entre 1936 y 1952, se otorgaron 60 laureadas por la guerra civil, incluida la que Franco se otorgó a sí mismo, según la crítica histórica. El equivalente a la Laureada era la Placa Laureada de Madrid, fue otorgada por la República en sólo siete ocasiones, por lo general por acciones relacionadas con la defensa de Madrid, la toma de Teruel o la batalla del Ebro, entre otros al general Vicente Rojo La segunda condecoración en importancia es la Medalla Militar que, al igual que la Laureada, puede ser otorgada de manera colectiva. Por lo que se refiere al conjunto de la tropa, la guerra civil procuró a los combatientes del bando vencedor cientos de distinciones: Medalla de la Campaña, Cruces de Guerra, Cruces Rojas al Mérito Militar (con derramamiento de sangre), Medalla de Sufrimientos por la Patria, Medalla de Ex cautivo, Medalla de Mutilado. La república creo su propio sistema de condecoraciones equivalentes: Aparte de la Placa Laureada de Madrid, las medallas al Valor, de Sufrimientos por la Patria, del Deber, de la Libertad, así como diversos distintivos complementarios.

Si las medallas que otorgó a sus soldados el bando franquista son ahora anuladas de modo general, no sólo afectaría a muchas personas fallecidas, cuyas condecoraciones guardan sus familias, sino a unidades actuales del Ejército español que siguen llevando en sus estandartes dichos distintivos. El asunto parece complejo y además puede provocar la oposición de las familias a parte de su patrimonio sentimental e histórico.

Entre los monumentos del franquismo que entra de lleno en las previsiones de derribo es el llamado Arco de la Victoria de Madrid, construido expresamente para la victoria militar de Franco, aunque ha querido considerarse como monumento al mismo caudillo. Precisamente esta interpretación es la más favorable a que el arco sea derribado por ser un monumento de exaltación personal del vencedor. Lo que pasa es que también un elemento escénico del espacio urbano de Madrid. Se ha sugerido que sea rebautizado como “arco de la reconciliación”. Más compleja es el futuro de la Cruz del Valle de los Caídos, por su carácter de símbolo religioso universal cuyo mantenimiento es perfectamente compatible para muchos con el cambio de signo y destino de la antigua basílica. Se pone como ejemplo no sólo su sentido simbólico, sino histórico. Carmen Calvo se ha referido a la posibilidad de “mover algunos elementos del Valle de los Caídos”, lo que es fácil de tender que se refiere a la demolición de la inmensa cruz que lo preside.   Hay opiniones para todos los gustos y desde todas las esquinas del pensamiento. Dentro del propio PSOE se recuerda que el profesor Tierno Galván no se molestó en su toma de posesión la presencia del crucifico, alegando que no podía incomodarle el recuerdo de un hombre que amaba a los hombres y murió por ello de modo cruel. Al margen de los sentimientos religiosos, quienes sostienen que por mucho que se cambie el destino de Cuelgamuros, la cruz es un símbolo universal que, como entendía Tierno Galván, trasciende de su apriorística interpretación. E invocan que, en los fundamentos de la identidad y de la cultura de Europa, tal y como se proyecta en el proyecto de Constitución, nuestra civilización se asienta sobre tres pilares: la cultura y la filosofía grecolatina, el Derecho Romano y el pensamiento de los filósofos cristianos. La cruz no tiene por qué molestar en el nuevo destino del Valle de los Caídos, concluyen. El debate está servido.

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