Opinión

Final, comienzo y vuelta a empezar

Cuando el jefe negociador de Unidas Podemos, Pablo Echenique, presentó en mitad de la canícula el programa electoral que presentaba al PSOE para volver a negociar, lo hizo bajo la premisa de comenzar desde el punto en el que se dejaron las negociaciones previas a la fallida investidura, que no culminaron "por falta de tiempo". Aquella propuesta introducía nuevas exigencias a la ya conocida del gobierno de coalición, los ministerios de Trabajo o de Transición Ecológica, en cualquiera de las cuatro fórmulas que planteaban.
Pero volvió Pablo Iglesias de vacaciones y mandó parar. Lo que era la estación de partida se convertía de nuevo en una estación término. Unidas Podemos se conformaba con aquella vicepresidencia vacía de contenidos y con tres ministerios de los que dijo que eran decorativos, más las competencias de las políticas activas de empleo, el conejo que se sacó de la chistera durante la segunda jornada de la sesión de investidura, a pesar de que la parte del león está transferida a las comunidades autónomas. Es decir que no vuelven al final sino al momento en que se produjo la derrota de Pedro Sánchez, como si nada hubiera pasado.
Iglesias desmiente a Echenique y considera punto final lo que antes era punto de partida. Todo un síntoma de un debate interno que se envenena cada día en el seno de UP y un restablecimiento de la confianza mutua que no mejora cuando ambos partidos mantienen debates públicos, como durante la comparecencia de la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo, sobre el Open Arms y la política migratoria, ni con el cruce de declaraciones a cuenta de la forma de un futuro gobierno.
En todo este proceso de negociación en diferido -por el momento- hay dos certezas, que UP, ha cedido continuamente y además pega bandazos, y que el PSOE no quiere oír hablar de un gobierno de coalición al que accedió en el mes de julio. Pero del mismo modo que Pedro Sánchez pedía "generosidad, responsabilidad y altura de miras" al resto de los partidos para permitir su investidura, también deberá ejercitar las mismas cualidades y no encastillarse, si de verdad no desea una celebración de nuevas elecciones, que puede cargar el diablo, y cuando la representación parlamentaria de las tres derechas se encuentra en el momento más bajo
Bien estará  lo que bien acaba si finalmente no se convocan otras elecciones, se disculparán agravios y comenzará la hora de la verdad, la de demostrar que las dudas eran infundadas por ambas partes y que son capaces de gobernar con un programa progresista. ¿Seguro?

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