Opinión

ETA, punto final

ETA se disuelve. Es la petición que toda la sociedad española y vasca había realizado desde que en octubre de 2011 anunció el abandono de su actividad terrorista. Desde entonces ha proyectado su presencia fantasmal en comunicados públicos y actividades internas con sus presos que la han llevado a este momento histórico, con un alto grado de soberbia sobre la reivindicación de su ciclo histórico y sin petición de perdón a las víctimas, a las que ignora, y el reconocimiento del daño causado.
ETA ya no existe y esa es una buena noticia, que no es sino un punto de partida para todo el camino que queda por recorrer que sin esta disolución no podía emprenderse, relacionado con el reconocimiento que las víctimas merecen y en la historia que queda por contar sobre lo que han supuesto sesenta años de terrorismo para las libertades públicas, la convivencia entre los propios ciudadanos vascos y la asunción de la derrota en un enfrentamiento que los dirigentes etarras, y quienes les apoyaban políticamente, calificaban de lucha armada entre dos partes, hasta que se dieron cuenta de la imposibilidad de torcerle el brazo a un Estado de derecho que no ha cedido en ninguna de sus pretensiones. Esa guerra suya, que el resto de la ciudadanía entendía como trágicos actos terroristas, la han perdido en todos los frentes. Y hoy se oficia la   rendición formal que puede revestir del modo que quieran, incluso con la participación de personalidades internacionales que firmen el acta de defunción, y que no será sino una pantomima que solo satisfará a quienes les han dado algún tipo de vela en este entierro    
La banda ha perdido, además, todas las oportunidades que un régimen democrático les ha dado para resolver la situación de sus terroristas encarcelados, que es para la izquierda abertzale y cierto nacionalismo que en un momento determinado recogía las nueces del árbol que sacudía ETA, la asignatura pendiente. El Pacto de Ajuria Enea ya se basaba en el criterio de “paz por presos” y hablaba de “generosidad” si deponían las armas. Pero a medida que ETA era derrotada sin paliativos la política penitenciaria se endurecía hasta llegar al momento actual, en el que solo es posible la reinserción individual de cada uno de ellos tras el cumplimiento de una serie de condiciones que el Gobierno no piensa rebajar por el momento.
Pero no solo la banda terrorista ha sido la derrotada, también lo fue la izquierda abertzale tras la ilegalización de Batasuna –validada por la Justicia europea- que la obligó a volver a un comportamiento democrático. ETA deposita en ella la consecución de los objetivos que no pudo lograr. Pero lo tendrá que hacer por los medios democráticos y fuera de toda tutela de la banda terrorista.   
Para las víctimas y la salud democrática del resto de la sociedad el mayor reto ahora es contar qué es lo que ha sucedido a lo largo de estos sesenta años, a quién corresponde la mayor responsabilidad en los años de plomo y desentrañar los más de trescientos asesinatos que quedan por esclarecer.  En su comunicado final, ETA cuenta la historia del “conflicto” con España y Francia como le conviene y a los que responsabiliza de su actividad. La banda terrorista no reconoce su derrota. No hace falta. Por mucha retórica que utilicen los etarras han sido vencidos por todos. ETA, punto final.  

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