Opinión

Váyase, señor Torra, váyase

Quienes piensan que Miquel Iceta es un 'independentista' por unas mal expresadas y peor entendidas declaraciones hace algunos días, deberían reconsiderar rápidamente aquellas conclusiones: este jueves, el líder de los socialistas catalanes sacó adelante en el Parlament catalán una moción para instar al president de la Generalitat a que convoque elecciones anticipadas o se someta a la cuestión de confianza. Cosas ambas que parece claro que el molt honorable -es el título oficial, conste- no piensa hacer. Y es una lástima, porque es urgente, para los catalanes, 'indepes' o no, y para el resto de los españoles, que Torra se marche.
Más mediterráneo que José María Aznar, que interpeló a Felipe González con aquel famoso "Váyase, señor González, váyase", Iceta ha logrado la concurrencia de los otros partidos constitucionalistas -Ciudadanos y el PP- para apoyar la moción parlamentaria del PSC tratando de forzar a Torra para que disuelva anticipadamente el Parlament y convoque elecciones anticipadas... que, ahora mismo, y con una Esquerra francamente harta del 'president', quién sabe si las ganaría o no.
Pero como la moción, que resultó vencedora por un voto, no tiene carácter obligatorio, Torra, ya acostumbrado a hacer caso omiso de formalidades y requerimientos judiciales o parlamentarios, dirá algo así como 'butifarra' a la pretensión de los constitucionalistas, por una vez unidos en un propósito loable. Le queda ahora a Iceta ensayar una moción de censura, sabiendo que ésta sí la perderá frente al bloque, aunque ya no esté tan cerrado, de los secesionistas. Ignoro si el socialista catalán dará ese paso.
De cualquier forma, en mi opinión Iceta se consolida como el político más importante de Cataluña, y reitero algo que ya escribí hace algunos días, cuando algunos le acusaban de tratar de favorecer el referéndum independentista: el 'plan Iceta' es muy otro, en el fondo, me parece. Consiste en ganar tiempo de 'conllevanza' para, mediante unas políticas adecuadas desde el Gobierno central, tratar de ganar para el 'no independentismo', a un mayor porcentaje de catalanes, hoy hartos de errores por ambas partes (también, desde luego, cometidos desde 'Madrit').
Lo que Iceta pretende es lo inevitable, me parece: abrir una negociación 'seria' con el sector independentista que esté dispuesto a negociar, y no a suicidarse derribando el templo con los filisteos: estos últimos están encabezados, claro, por Puigdemont y Torra, mientras los primeros lo estarían por alguien como Oriol Junqueras. Esa negociación incluiría un nuevo Estatut de autonomía, concediendo a la autonomía catalana algunas de las prerrogativas que desde hace tiempo viene solicitando. Y ese Estatut sería, de acuerdo con los preceptos constitucionales (152.2), sometido a referéndum en la autonomía catalana: '¿aprueba usted el nuevo Estatut de autonomía, sí o no?'.
El papel del Gobierno central sería enmarcar esa negociación bilateral en las nuevas demandas territoriales, que reclaman una mayo atención a las zonas más pobres y despobladas. Las demandas de las provincias 'sin gente' requerirían un nuevo concepto de Presupuestos y, desde luego, una formulación completamente nueva de la financiación autonómica, además de una descentralización de las instituciones oficiales y una redefinición de bastantes conceptos fiscales. ¿Está Sánchez, que es quien más se inclina por estas soluciones, dispuesto a dar ese paso global, que sin duda contaría con el visto bueno de Iñigo Urkullu, inventor, al fin y al cabo, de la idea del 'conciertoi y cupo a diecisiete'? Este sí sería un plan de Gobierno de alto vuelo, un paso importante en la segunda transición hacia una democracia más plena.
No sé si el hombre que hoy acupa La Moncloa está dispuesto a ir tan lejos. Temo que no. En todo caso, lo obvio es que el primer paso, casi imprescindible, es que Quim Torra deje de `hacer la guerra a la paz`, a esa paz imprescindible para que cualquier avance hacia el entendimiento progrese. Ya sé que a él le resbala un grito que empieza a ser cada día más multitudinario, en las calles de Barcelona, en las de Gerona, en las de Lérida o Tarragona y, por supuesto, en las del resto de España: "¡váyase, señor Torra, váyase!". Entre otras cosas, porque la táctica de provocación permanente acabará costando cara a muchos catalanes y españoles, pero seguramente a él el primero.

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