Opinión

Pues no, no ha gustado ni a Torra ni a Pablo Iglesias...

La verdad es que me uno al coro nutrido de gentes a las que este Gobierno de Pedro Sánchez les `suena` bien. La música, al menos, que ya veremos si la letra luego acompaña. Y lo que más me ha gustado ha sido la independencia que el nuevo presidente del Gobierno, que, claro, llegó al puesto como llegó, ha mostrado respecto a los partidos y grupos que le auparon, un poco a rastras, hasta La Moncloa. No, este Gobierno de gentes preparadas, mayoritariamente mujeres, socialdemócrata y con una media de edad que se acerca más a los sesenta que a los cincuenta, no ha gustado nada a los independentistas -Borrel es para ellos una `bestia negra`-, ni a Bildu -donde el nuevo titular de Interior, el juez Marlaska, ha caído como una auténtica bomba- ,ni, en otro orden de cosas -no mezclemos-, a Pablo Iglesias, que ve difuminarse su posible presencia en las áreas de poder cercanas al Ejecutivo.
Pedro Sánchez y su equipo tendrán que marchar solos. A Ciudadanos ya hemos visto cómo le ha sentado este Gobierno: algunos de sus portavoces se han pasado muchos pueblos augurando que el nuevo Ejecutivo estaría maniatado por la dependencia ante gentes como Arnaldo Otegi, Puigdemont o Torra. Y ya hemos visto que resulta todo lo contrario: Sánchez, cuyos defectos y virtudes conocemos, ha sacado lo mejor de sí mismo y ha hecho un equipo de alto valor técnico y académico, para nada sectario -que ser amiga del juez Baltasar Garzón no invalida a una ministra de Justicia- y cuyas individualidades son, en muchos casos, mejores que el jefe. Lo cual, por cierto, muestra la habilidad y, si fuese ello posible, humildad, con la que Sánchez ha confeccionado este equipo, destinado, creo, a durar hasta que, supongo que en el otoño de 2019, se celebren las elecciones generales.
Creo que hay margen para una cierta esperanza. No en que este Gobierno pueda sacar adelante grandes proyectos de ley, que carece de mayoría en las cámaras para ello, sino en que, al menos, no estropee más las cosas y dé al país un poco de la tranquilidad que le falta. Estoy, a este respecto, deseando ver los resultados de un próximo e inevitable encuentro entre el presidente del Gobierno central y el president de la Generalitat. ¿Serán ambos capaces, remedando la gesta de Adolfo Suárez y Tarradellas, de enhebrar una `conllevanza` durante otras tres décadas? Solamente eso justificaría el apresurado, demasiado apresurado, y hasta cierto punto oportunista, paso de Pedro Sánchez por el complejo monclovita.
Seguramente ya este Consejo de Ministros nos permitirá conocer los nombres de quienes ocuparán los `segundos escalones` de la Administración, que es, muchas veces, donde se encuentra la eficacia de la misma. Y lo mismo sobre el próximo fiscal general del Estado -puesto importantísimo en estos momentos de políticos catalanes sujetos a prisión preventiva-, sobre los servicios secretos, ahora dependientes de alguien tan competente y honrado como Margarita Robles, sobre los medios de comunicación oficiales, sobre las empresas públicas, sobre el gabinete de la Presidencia... y sobre el futuro de algunos embajadores `políticos`, entre los que se encuentra nada menos que el acreditado en Washington.
Confío, sí, en que la comunicación que dimana de La Moncloa mejore sustancialmente -mucho no podía empeorar- y en que Sánchez aprenda no ya de sus propios errores, que han sido muchos, sino también de los cometidos por el Gobierno de Rajoy, No soy quién para dar consejos a nadie, y nadie me los ha pedido, pero me parece que una política de acercamiento al ciudadano es ahora lo que más prisa corre. Sánchez, no nos falles... más.

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