Opinión

Pedro Sánchez no irá a "El Hormiguero"

Se empeñan en que gane Pedro Sánchez", me comentó un militante y, por supuesto, votante, de Ciudadanos tras escuchar las peculiares ofertas y contraofertas entre los líderes de la derecha 'moderada' (que el de la derecha extrema está callado, coherente con la tirria que dice tener, y nos tiene, a los medios de comunicación). Estoy de acuerdo: parece que quieren que el actual inquilino de La Moncloa repita en el cargo. Y, así, en lugar de pretender gobernar con el clarísimo favorito en las encuestas, va Albert Rivera y dice que nunca se aliará con el PSOE, ofrece un Gobierno de coalición a Pablo Casado, presidido, claro, por Rivera, y, cuando Casado, sorprendido a contrapié por el 'passing shot' naranja, responde que él ofrecería apenas un Ministerio de Exteriores a Rivera, va este y dice, en 'El Hormiguero', que él, en cambio, encargaría al líder del PP el ministerio de Universidades.
"Es broma, es broma", sonreía Rivera ante Pablo Motos, el conductor de 'El Hormiguero', tratando de quitar hierro a la bola envenenada que, cual máster tenístico, había lanzado contra su hipotético futuro 'coaligado'. Pero ahí ha quedado el rifirrafe, que muestra lo perdidos que andan. Mientras, Pedro Sánchez, rodeado de banderas españolas y europeas, presentaba, el primero, su programa electoral. Un programa lleno de huecos y olvidos, pero, al menos, digno de ser debatido. Los demás, hasta ahora, están en eso: en cargarse a banqueros y empresarios de medios periodísticos mientras cambian pañales ante las cámaras, en ofrecerse ministerios-trampa para una coalición que no duró ni veinticuatro horas o, peor aún, en el caso de Vox, en lanzar propuestas para armar a la población.
Y eso: Sánchez se permite todos los lujos. Tira de chequera con liberalidad, que para eso dispara con pólvora del Rey. Todos hablan, hablamos, de sus 'viernes al sol' en los Consejos de Ministros, de si debatirá o no cara a cara con Casado, como le pide el líder 'popular', o con todos, o con quién, o con nadie. Pero hablan, hablamos, de él. Anda tan sobrado que impone las reglas del juego, mientras los otros se disputan el liderazgo de la derecha y se lanzan, en el teóricamente mismo campo, las bolas a la cabeza.
Sospecho que a Sánchez no le veremos en 'El Hormiguero' ni similares: él, que fue el primero en lanzarse, cuando aún no era más que un aspirante más, a los programas televisivos de 'la frivolité', anda ahora reclamando seriedad y contención. Es el 'nuevo Pedro Sánchez'. Iván Redondo, dicen en ámbitos monclovitas, está logrando transformar la imagen de aquel Sánchez, torpe y algo trilero, del que pocos esperaban algo. Esta es la verdad -siempre tan difícil de desentrañar en el caso del actual secretario general del PSOE y presidente del Gobierno-, guste o no guste: en este cuarto de hora, Sánchez lidera el pelotón y saca cada día más minutos a los demás, entretenidos en poner palos en las ruedas de sus propios 'coequipiers'. Y queda un mes, ya escaso, para las elecciones. Veintinueve días para que la derecha, y el centro, cambien el rumbo. Porque de los extremos y de los amigos del de Waterloo no podemos esperar, me temo, nada.
Hemos dicho muchas veces que las campañas se ganan con serenidad. Sin guerras sucias. Sin comisarios Villarejos, manipulando para cargarse al candidato de la izquierda-izquierda. Sin ocurrencias que son detectadas por los ciudadanos (y por tanto votantes) como oportunismos. Dejen a Franco, a Hernán Cortés, a Carrero Blanco, en la lejanía del olvido. Hagan ofertas claras que beneficien a la ciudadanía. A menos, claro, que lo que quieran sea que gane Pedro Sánchez, incluso sin necesidad de pactar con 'indepes' ni con el descalabrado Iglesias. Sin siquiera tener necesidad de irse a jugar al futbolín al programa de Bertín Osborne.

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