Opinión

Nos esperan, al menos, cinco días de infarto

Ignoro, cuando esto escribo, cómo diablos llegaremos al próximo viernes. Si solamente magullados, pero algo reconciliados, o pilotando dos trenes que chocarán, y con víctimas. Casi a la eslovena, como le gusta al insensato Torra. Tiendo a pensar que el 'suflé' ira bajando, hasta quedar en menos, quizá hasta quedar en un encuentro entre el presidente del Gobierno central y el president de la Generalitat, por más que vaya a servir de poco: Torra no está capacitado ya para casi nada.
Pero me gustaría, a pesar de todo, que esa reunión se concretara, porque hablando se entiende, o no, la gente. Aunque desde sectores de la oposición, donde ya hasta se rechaza la palabra 'diálogo', acusen a Pedro Sánchez de 'bajarse los pantalones' ante las exigencias de Puigdemont-Torra; una expresión casi pornográfica que, a mi entender, jamás debería utilizarse en política, que es el arte de intentar lo imposible por las vías menos indignas posibles. Y de mantener la serenidad y la contención en el verbo.
O sea, que en política, todo es posible, menos procurar la guerra, dijese lo que dijese aquel Churchill que ganó la guerra y quizá también la dignidad, pero perdió su futuro y unos cuantos millones de vidas humanas. Y, de todas maneras, no nos alarmemos ni exageremos, que esto que tenemos con Cataluña no es precisamente una conflagración mundial, aunque ya esté alguno hasta invocando los Balcanes. La dialéctica que vamos a escuchar 'ad nauseam' en los días que vienen será la de aplicar o no el artículo 155 de la Constitución, pero ahora en su versión 'dura', más `guerrera`, que es lo que piden tanto Pablo Casado como Albert Rivera, junto con otros colectivos. Que llegan, incluyendo algunos `barones` socialistas, a pensar en la ilegalización de los partidos nacionalistas, insigne barbaridad de la que ya parecen estar reculando hasta quienes la pusieron, hace no muchos días, en circulación.
Creo que hay que agotar las vías de la negociación, sobre todo ahora que Torra, gracias a sus salidas de tono, está en una posición de debilidad incluso entre los suyos. Me consta que hay ya líneas de diálogo abiertas: analicen ustedes las cartas y mensajes que van llegando desde Lledoners, donde Oriol Junqueras y los otros compañeros de infortunio parecen cada día más desesperados ante la hegemonía de la locura de los CDR, animados, quizá ya no, por el mismísimo molt honorable president de la Generalitat, manda huevos. Veremos si esa hegemonía de los que se lancen a la calle triunfa en imágenes de revuelta frente a la presencia de miles —¡miles!— de policías que van a aterrizar o desembarcar estos días en Barcelona, para proteger esa Numancia que va a ser el Consejo de Ministros en la Llotja de Mar el viernes.
Antes, el jueves por la noche, tendremos a Pedro Sánchez y a cinco ministros cenando con el empresariado catalán y con algún 'conseller', convocados por la patronal Foment. Que preside ahora una figura tan importante para el acercamiento de posiciones contrapuestas como el ex diputado de Convergencia Josep Sánchez Llibre: si él no puede coadyuvar a una reconciliación, o llámelo usted conllevanza, pocos podrán. Atención a esa cena. Y Sánchez Llibre está, dicen, atando cabos y deshaciendo nudos gordianos como mejor puede — que algo puede— y sabe —que mucho sabe—. Es, seguramente, una de las figuras clave en todas las negociaciones (o conversaciones) subterráneas que están desarrollándose estos días, en los que los más cuerdos tratan de evitar el naufragio total, sabiendo que el buque está lleno de boquetes y que el 155 solo abriría un agujero más en el casco de la nave.
Una usted a todo esto el inicio —cuestiones previas, sin los procesados—, el miércoles, del proceso contra el golpismo independentista, y súmese la huelga de hambre, que ya dura demasiado, de cuatro de los presos preventivos, y tendremos una panorámica de lo muy, pero que muy, complicado que está siendo y va a ser el encaje de bolillos que necesariamente habrá que bordar si queremos recuperar un poco de esa calma política que parece haber huido para siempre de nuestras playas. Porque puede que para cuando, en enero, en el Supremo se empiece a plantear la libertad (provisional) de Oriol Junqueras, que procura mantener ahora una línea equidistante de cierta sensatez, y sus compañeros, ya sea demasiado tarde.

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