Opinión

No: Sin Gobierno no se vive mejor

Es como una chanza, un chiste compartido que tiene sus gotas de verosimilitud: ¿para qué necesitamos un Gobierno, si la vida sigue tan ricamente sin él? Cada día se escucha esta frase con mayor frecuencia. Quizá la consecuencia más lamentable de tres años y medio de crisis política, ahora agudizada, sea el hecho de que este desdén hacia nuestros representantes se esté incrustando en serio en la sociedad. Lo cual es lamentable porque la verdad es que sin Gobierno NO se vive mejor, y el país 'en funciones' corre serios riesgos de convertirse en un Estado fallido.
Tome usted, por ejemplo, la llamada 'operación Chamartín' en Madrid. Un proyecto de casi veinte mil millones de euros y más de doscientos mil puestos de trabajo aprobado este lunes tras un cuarto de siglo largo de parálisis. Ha sido necesaria la llegada de un nuevo equipo municipal a la capital para que se firmara la puesta en marcha de la que será la operación urbanística -se culminará dentro de veinte años- más importante de Europa. Y eso que la Comunidad de Madrid sigue varada por la falta de acuerdo entre el Partido Popular, Ciudadanos y Vox para investir a la candidata 'popular' Isabel Díaz Ayuso.
Traigo aquí la 'operación Chamartín' para poner de relieve que sorprende, en este carajal político en el que nos movemos, que alguien haga algo en favor del avance del país. Porque, en el fondo, y pese a que los relativamente buenos datos del paro y del crecimiento económico se mantienen, España es una nación seriamente amenazada de parálisis. Apenas hay más 'operaciones Chamartín' en marcha, y la verdad es que las necesitamos. Son muchas las cosas que están a la espera de una clarificación del panorama político: ¿se llegará en septiembre a una investidura de Pedro Sánchez o iremos a unas nuevas elecciones en noviembre? Y, si a eso vamos, ¿resolverían esas elecciones la actual situación de bloqueo? Y, en todo caso, aunque la resolviesen, no tendríamos un Ejecutivo estable hasta ¡¡febrero de 2020!!
La verdad es que resulta complicado pedir a los empresarios que inviertan en medio de tanta incertidumbre. Porque, como me comentaba un dirigente de la patronal, no está nada claro el terreno legal y factual en el que tales inversiones habrían de desarrollarse. Así, la paralización se va extendiendo, los planes de futuro se estancan y la credibilidad en nuestros representantes políticos se ha esfumado. La política exterior española se resiente -ahora, en un arranque más de la fantasía política que nos invade, hay quien pide que Borrel sustituya a Pedro Sánchez como negociador 'con la derecha'-; la política interior se difumina -y ahí están esos homenajes a etarras- y la política económica va arrastrando los pies, ocupada la ministra del ramo en su candidatura a la organización económica más importante del mundo. Todo ello, con instituciones que precisan urgente renovación, como RTVE, el Consejo del Poder Judicial, el CNI...
Sí, las panaderías siguen abriendo, los colegios funcionan y los turistas siguen visitándonos y disfrutando de una hostelería modelo. Pero nada de eso supone innovación, avance, regeneración de unas estructuras que se van quedando viejas ni combustible para una locomotora que pierde velocidad. Ni supone alicientes para la somnolienta sociedad civil. Para mí, el mayor valor de ese acto de aprobación, al fin, de la 'operación Chamartín' es comprobar que 'eppur si muove', que, sin embargo algo, aunque sea con veintiséis años de retraso, se mueve. A pesar del no-Gobierno.

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