Opinión

Media España vota contra la otra media

Especialmente preocupante me pareció el diagnóstico que Santiago Abascal hacía de la situación política (y moral) del país en uno de sus últimos, abigarrados, llenos de banderas, mítines: "o continuidad de la patria o Frente Popular", dijo el líder de la ultraderechista Vox, en un claro intento de rememorar tiempos y frentismos que creo que están superados. O así lo espero, al menos.
Pero la verdad es, cuando pasamos revista a lo que ha sido la campaña, que algo de 'o nosotros o ellos' ha habido. Y eso, aunque en la jornada de cierre todos trataron de aquietar algo los ánimos encrespados, que estas jornadas y meses preelectorales han servido para avivar el fuego de las dos Españas, rojos y azules, derechas e izquierdas. Y no solamente a Vox, elemento nuevo y para mí inquietante, puede achacársele el reducir al país en dos bandos, los buenos y los malos.
Si uno, como periodista, tuviese que seleccionar uno solo de los muchos puntos calientes que ha destapado esta campaña inédita, loca, elegiría la irrupción de Vox. Y es que uno no puede evitar sentir una cierta angustia ante esa incógnita que en estos momentos en los que escribo, momentos de cierre de campaña, supone el resultado que pueda obtener la formación liderada por Abascal. Angustia he dicho, sí, también en lo personal. Porque tengo que recordar ahora las descalificaciones globales, a lo Trump, que el ex militante del PP devenido en ultraconservador ha dirigido contra los medios de comunicación, llegando a impedir -él dijo, faltando a la verdad, que de eso no sabía nada- la entrada de algunos de mis compañeros a sus mítines.
Quizá todos hayamos tenido mucho que ver con el ascenso de este partido que a veces bordea las fronteras del sistema y en muchas, demasiadas, ocasiones incurre en lo que para mí es socialmente intolerable. El propio PP de Rajoy, por no haber sabido atajar la sangría a su derecha, a base de mirar hacia otro lado y de estar seguro de que el tiempo acabaría pudriendo los problemas; algún día habrá que pasar revista a aquella, que parece tan lejana, 'época mariana'. Pero también las otras formaciones han tenido su parte de responsabilidad, al tratar de utilizar a Vox para sus propósitos partidistas, lanzando a unos contra otros. Y, claro, los medios también hemos consagrado la presencia de los 'ultras' en el panorama nacional: era algo nuevo, y los periodistas nos perecemos, lógico, por las novedades.
Hoy, Vox, que tendrá que ser su aliado, se ha convertido en el peor enemigo de una propuesta razonable como es la de Pablo Casado; impedirá quizá un pacto del PP con Ciudadanos -que no ha jugado bien sus bazas en el último cuarto de hora, haciendo ya casi imposible un acuerdo para una coalición de centro-izquierda con el PSOE-; y, lo peor, pienso que ha subvertido muchos valores asentados, como la tolerancia y la apertura hacia el diálogo con todos.
Y ahora, esto: o la Patria de siempre o el Frente Popular del 34. Peligroso que haya españoles que piensen que, por rechazar a Vox, uno aboga por Sánchez con Podemos y sus otros posibles aliados, continuando con ese 'Gobierno Frankenstein de la moción de censura'. No quiero esa España de blanco y negro, o de rojo y azul, guerracivilista. Hay muchos pactos de moderación posibles; solo requieren generosidad, ideas y ánimo regeneracionista, que es algo que hemos visto poco, esa es la verdad, en esta desdichada campaña que ha concluido.
Cuántos problemas, incluido el de Cataluña, nos hubiésemos ahorrado si, en su momento, hubiésemos sido capaces de formar un Gobierno de gran coalición para modernizar el país durante una Legislatura, como en una segunda Transición. A quienes tal proclamábamos nos tachaban, ya se vio que con razón, de utópicos. 
Así, ahora nos asomamos al abismo de la urna. Ojalá acertemos.

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