Opinión

Los encierros

Que dejen que Pedro Sánchez se equivoque solo, por Dios". Quien pronuncia esta frase es un importante empresario, muy bien considerado en los círculos patronales y también en los intelectuales, aunque quizá no tanto en ese mundillo, cada día más aislado, que se dio en llamar 'clase política'.
Porque mi interlocutor comparte muchas tesis del presidente de la CEOE, el cada día más presente y polémico Antonio Garamendi, que ya se sabe que abogaba por una abstención 'crítica' de PP y Ciudadanos en la votación de investidura para permitir que Sánchez pudiese formar gobierno en solitario, sin adherencias indeseables. Y ahora, visto que ese pacto se antoja prácticamente imposible, prefieren que se llegue a una repetición de elecciones para aclarar el panorama. Todo antes que un nuevo 'gobierno Frankenstein'. Discutible, desde mi punto de vista, pero sintomático.
Discutible, digo, no solamente porque no me parece bueno prolongar más meses la actual situación de provisionalidad política, parlamentaria, judicial, mediática e incluso económica, sino también porque no está garantizado que unas nuevas elecciones solucionasen el actual 'impasse' político. No se puede recurrir a las elecciones para solucionar el problema que las anteriores elecciones crearon, en lugar de resolver el conflicto de los comicios precedentes, y así llevamos ya tres carreras, a cual más estéril, hacia las urnas. 'Non bis in idem', decían sabiamente los romanos. Pues si no conviene remachar dos veces los errores, tropezando en la misma piedra, qué decir si lo pretendemos hacer ahora en una cuarta ocasión.
No sé si Pedro Sánchez va a acudir con nuevas ofertas a sus encuentros con Pablo Iglesias y Pablo Casado (Rivera ha cometido el tremendo desliz de rechazar la invitación de quien ostenta la jefatura del Ejecutivo, aunque sea en funciones); creo que este lunes el presidente lo delibera con su 'círculo de hierro'. Pero ya sabemos que la generosidad no es cualidad que distinga al hombre que ocupa, con legitimidad, claro, el sillón en La Moncloa. Me parece que piensa que los demás están obligados a apoyarle sin más, sin contrapartidas. Y eso, claro, no puede ser.
Ya hemos asistido a la primera tropelía derivada de la falta de generosidad en Navarra, donde el más votado se va a quedar fuera de la gobernación de la autonomía merced a un pacto a cinco que ya veremos a dónde nos acaba llevando. A los encierros. Porque todos parecen encerrados en sus apologías de sí mismos y de sus estrategias. Iglesias, en su ministerio fantasma; Casado, en unas deliberaciones internas que deberían desembocar en más altos vuelos. Rivera, Vox, llevando al máximo la tensión de la incertidumbre, que es la peor de las tensiones: veremos qué ocurre en la Comunidad de Madrid, donde este miércoles se celebra el primer pleno de la Asamblea*sin candidato para presidir la autonomía.
Sí, nuestros políticos siguen en sus particulares encierros dentro de sí mismos, amparados por las lisonjas pelotilleras de sus estados mayores, mientras el disgusto crece entre sus propios votantes y en general entre los ciudadanos, a los que las tripas de los sondeos muestran cada día más desorientados. Así, es casi seguro que acabará cogiéndonos a todos el toro, san Fermín nos ampare.

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