Opinión

"Estos de Vox son una pesadilla"

Hablo con un destacado histórico que sigue siendo, y es de los pocos que quedan, del núcleo dirigente del Partido Popular. Me confiesa su angustia ante las perspectivas que se abren para su partido: "estos de Vox son una pesadilla", me dice, aludiendo a las encuestas que evidencian el avance electoral de la formación surgida desde el PP y ahora situada a la derecha de los 'populares'. Me reconoce que esa 'pesadilla' no es propiamente una formación ultraderechista, aunque así la quieran presentar. Estoy de acuerdo con él: no es esa ultraderecha violenta y zafia que conocíamos, aunque, la verdad, resulte difícil para alguien como quien suscribe alinearse con algunos postulados de Vox, entiendo que xenófobos y ajenos a las normas de tolerancia y convivencia que siempre he querido dar a mi vida.
Por eso le digo a mi interlocutor que su partido ha de tener cuidado con no extremar sus posiciones para tratar de arrebatar a Vox la 'clientela' que este último partido ha ido quitando a los 'populares'. Añado que parte de la clara involución que está experimentando la sociedad española, de Cataluña a Andalucía, pasando por Madrid y por todas partes, se debe a esa pelea por hacerse con el electorado 'de la derecha', que lleva a Ciudadanos y, sobre todo, al PP a competir para ver quién se escora más. Pienso, y así se lo comento, que parte de esta huida de muchos votantes que eran fieles al PP -y a Ciudadanos- se debe a que ni Pablo Casado ni Albert Rivera, ambos a mi entender figuras con enormes virtudes políticas, y también, claro, con algunos defectos, han renunciado a mostrarse como son: piensan que la conquista de sus 'votantes naturales' se hará acudiendo al extremismo, a la descalificación total del contrario, tirando la piedra más lejos de la realidad que nadie, buscando el titular sea como sea, sin reparar en que ciertos titulares no les vienen precisamente bien. Porque la gente sabe olfatear el electoralismo que se distancia de los verdaderos intereses del Estado, y esto es algo que, lo vemos en la actual campaña electoral en Andalucía, y cada semana en el Congreso de los Diputados, está ocurriendo con alarmante intensidad.
Se palpa el nerviosismo, especialmente en el PP. Si, por acaso, Ciudadanos les sobrepasa en la votación andaluza del domingo, Casado, que ha hecho una campaña agotadora, valiente y no muy reflexiva en las ocho provincias andaluzas, se tambaleará sin que haya pasado demasiado tiempo desde su brillante triunfo en las primarias de su partido: ya hay medios que incluso especulan, creo que algo gratuitamente, con su sucesión al frente del PP.... Rivera, es cierto, tiene menos riesgos: en cualquier caso mejorará sus resultados de las últimas elecciones autonómicas en Andalucía.
El peligro de Vox no es que saquen tres o cuatro escaños en Andalucía. Ni siquiera que esos votos preciosos vayan a consolidar a los socialistas en la Junta (para quien eso sea peligro). El verdadero riesgo político es que Vox está ejerciendo un 'efecto arrastre', sacando literalmente de sus casillas a Casado, y no es un juego de palabras: es que el líder del PP, que es un hombre brillante, con un talante que me recuerda al de Adolfo Suárez -creo que lo mismo le ocurre al propio hijo de aquel inolvidable presidente-, comete error tras error en su afán por desmarcarse del aliento en el cogote de los 'voxeros'. Lo de Rivera es, me parece, otra cosa: Ciudadanos se mantiene en una relativamente cómoda posición centrista, al menos en teoría, porque en la práctica también se aprecia una desviación a la diestra: se trata de merendarse al PP, y dejar a Vox que ocupe la derecha o, mejor, la 'derechona'. Esa 'derechona' que tan poco conviene al país y de la que, me parece, debería huir Pablo Casado, que sigue siendo una esperanza nacional, como de la peste.

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