Opinión

España se va parando, parando...

Dice el presidente de la patronal, Antonio Garamendi, que el Gobierno, ya casi en funciones, debería tener "la decencia" de no legislar ahora y abstenerse de hacerlo hasta después de que se constituya un nuevo Ejecutivo tras las elecciones. Es una condena a la parálisis, aun admitiendo la justeza y la justicia de lo que dice el patrón de la CEOE: ha sido mucho lo que ha quedado por hacer y es muchísimo lo que aún resta para completar esa modernización y regeneración a la que me parece que una mayoría de españoles aspiramos.
En todo caso, tengo la impresión de que Pedro Sánchez no va a hacer demasiado caso a Garamendi; la intención, más bien, parece ser la de dar la imagen de que se gobierna hasta el último minuto, aprovechando las últimas boqueadas del Legislativo, que se disuelve el próximo día 5, no solo para presentar iniciativas, o lo que sea, sino también para plantear batallas dialécticas que, con la deriva que está adquiriendo la oposición, el presidente del Gobierno cree que ganaría con relativa facilidad.
Supongo que este miércoles, en la penúltima sesión de control parlamentario, tendremos algún ejemplo, y comprobaremos si, a la vista de lo que le dicen las encuestas, el presidente del PP, Pablo Casado, varía el tiro de su a mi parecer excesiva fogosidad y agresividad verbal.
Pero, cualquiera que sea la impresión que Sánchez pretenda dar a la ciudadanía, lo cierto es que hemos entrado en una etapa de parálisis. De una cierta, pero innegable, parálisis. Las consejerías autonómicas, las concejalías, los propios ministerios, tienen la sensación de tener las manos atadas para emprender cualquier cosa que les lleve a ser acusados de 'electoralismo' y caer bajo el rayo flamígero de la Junta Electoral. Así que si tiene usted cualquier asunto que arreglar con la Administración, mejor, como decía Larra, que vuelva usted mañana.
Todo período preelectoral conlleva esta cierta parálisis, desde luego. Lo malo en este caso es que por un lado la parálisis derivada de la crisis política dura ya desde hace demasiado tiempo, y, por otro, que la duplicidad de elecciones con menos de un mes de intervalo duplica a su vez el estancamiento. Eso, sin contar -yo no quiero pensarlo siquiera- con una posible repetición de elecciones legislativas allá por otoño si los resultados electorales y la escasa voluntad pactista de nuestras fuerzas políticas no llegan a una formación de un nuevo gobierno antes del verano.
Ya digo: a este paso, vuelva usted mañana... o pasado. Los 'tempos' italianos llaman a nuestra puerta.

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