Opinión

El efecto 'boomerang'

Extremar las cosas, exagerarlas, nunca es bueno. Se produce indefectiblemente un efecto 'boomerang', que hace que el palo lanzado vuelva sobre nuestras cabezas. Calificar de delito de terrorismo, equipándolos con la 'kale borroka', los excesos -intolerables, desde luego- de esos enloquecidos Comités de Defensa de la República es, desde mi punto de vista, un error. El terrorismo es una cosa muy seria, muy dolorosa para las víctimas y sus allegados, como para andar utilizándolo para prevenir incluso una posible violencia callejera 'independentista'. No, no es lo mismo colocar neumáticos en las carreteras, o cortar la Diagonal, que incendiar autobuses o, peor, llevar armas para agredir a las fuerzas del orden o a otros ciudadanos.
Naturalmente que la alteración del orden en la calle debe tener consecuencias penales. Pero con diferente calificación; ya digo que la banalización del terrorismo, aplicándolo a otros tipos delictivos, puede acarrear consecuencias graves. Es un síntoma más de la involución indeseable a la que nos está llevando la excesiva judicialización de cuanto de malo ocurre en nuestra política, por un lado, y la irracionalidad del independentismo, capaz de crispar los ánimos de todos, incluidos los de los propios independentistas, por otro.
El Estado de Derecho, garantista, flexible, tolerante, pero capaz, al tiempo, de saber defenderse a sí mismo, debe preservarse con todas sus virtudes. Con su fuerza y con su capacidad de diálogo. Me he declarado muchas veces poco partidario de mantener prisiones preventivas que nos están llevando a una creciente incomprensión en los medios y en las cancillerías europeos: España ha de ser el país puntero de la observación puntillosa de la democracia y del garantismo. No será llamando terroristas a los que solamente son fanáticos idiotas como arreglaremos el problema de una incomprensión creciente que desde Cataluña se extiende al resto de España.
Estamos ante un momento clave de nuestra democracia, ganada día a día desde hace más de cuarenta años. Hemos de saber preservarla de sus enemigos -los de los CDR sin duda lo son-, de los locos -lo mismo digo- y de los tontos; pero también de quienes todo lo fían al palo y al brazo secular togado.

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