Opinión

Podemos está tocado

Del Podemos actual podría decirse lo del poeta mejicano José Emilio Pacheco: "Ya somos todo aquello contra lo que luchábamos a los 20 años". Llegaron desde el 15M pisando fuerte y denunciando los malos hábitos de los viejos partidos. Y han acabado cayendo en prácticas similares a las que denostaban. Luchas internas, extrañamiento de disidentes, liderazgos narcisistas, falta de democracia interna... Pablo Iglesias señalaba con dedo a lo Savonarola a los políticos cuyas ostentaciones burguesas según él ofendían a los ciudadanos de las clases más desfavorecidas por la crisis pero acabó cayendo en la más burguesa de todas la hipotecas. Se compró un chalé en la zona alta de Madrid aunque había dicho que pasaría el resto de su vida en Vallecas, el barrio obrero madrileño por excelencia. 
Peor aún, ante el estupor que entre los suyos provocó semejante iniciativa decidió endosar a la militancia -vía referéndum- el aval moral sobre la compra. El desenlace de aquella farsa que obligó a los militantes a contraer "una hipoteca moral" sobre el chalé -la frase es de Íñigo Errejón- tiene mucho que ver con el desinfle de las expectativas de voto de Podemos que señalan las últimas encuestas. Pero el malestar venía de atrás. De las maniobras para transformar lo que en origen fue un movimiento asambleario en un partido jerarquizado a la manera de los partidos comunistas clásicos. Aquello quebró el espíritu fundacional. Analizado con perspectiva, Vistalegre II, la asamblea general en la que Pablo Iglesias derrotó a Errejón quedando entronizado como líder, se revela ahora como el inicio del proceso de decadencia que retrata los días actuales de Podemos. Los militantes reclamaban unidad, pero la dirección tomó la senda opuesta. Y parte del elenco fundador tomó la decisión de marcharse: Carolina Bescansa, Luis Alegre, Íñigo Errejón. Más tarde se fue Ramón Espinar, después el senador Óscar Guardingo y el último, esta misma semana, Pablo Bustinduy, "el ministro de AA.EE" de la formación.
Iglesias que pudo haber sido vicepresidente del Gobierno cuando estaba en marcha el primer intento de Pedro Sánchez para llegar a La Moncloa, pero votó en contra porque soñaba con el "sorpasso" sobre el PSOE, va camino de convertirse en sombra de sí mismo. Cuantos creyeron que su proyecto para "asaltar los cielos" venía respaldado por un compromiso con la sobriedad, el talento y el rigor de un verdadero líder político han ido descubriendo que le habían sobre valorado. La aventura política que pudo haber sido el origen de un sólido edificio democrático se ha quedado en lo que vemos: un partido dividido y un liderazgo excéntrico. Un partido, tocado.

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