Opinión

Ojo con la economía

Es sabido que lo que mejor analizan los economistas es el pasado. El retrovisor es el gran instrumento para, a partir de lo visto, deducir lo que puede aparecer en la carretera.
Y no se les puede reprochar porque la humana ciencia tiene limitaciones. En ese marco se están empezando a oír voces que alertan acerca de una desaceleración en el ritmo de crecimiento de la economía española. No es solo un problema nuestro. De la italiana se dice con claridad que habría entrado en recesión y en el caso de Alemania los expertos concluyen que está creciendo por debajo de las estimaciones del Gobierno de la señora Merkel.
De no encontrarnos en campaña electoral es más que probable que la ministra de Economía (Nadia Calviño) habría hecho suyas las advertencias de quienes creen haber detectado esos signos de ralentización, pero el 28 de abril está a la vuelta de la esquina y la ministra se escapa como puede cuando se le pregunta por el meollo del asunto. Hay que decir que su posición no es comparable al ejercicio de ceguera voluntaria que en su día protagonizó Pedro Solbes, vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda con Rodríguez Zapatero. En febrero del 2008, con la crisis a punto de llevarse por delante la economía del país, en un recordado debate televisivo con Manuel Pizarro, Solbes negó y negó los datos que aportaba su oponente. Los telespectadores le creyeron o al menos a esa conclusión podía llegarse visto que Zapatero volvió a ganar las elecciones. Después vino lo que vino, España estuvo asomada al abismo y al borde del rescate formal. Más de 70.000 millones se perdieron por el sumidero de las cajas de ahorro y llegamos a alcanzar más de seis millones de parados, la mayor cifra de nuestra Historia. En un libro que escribió después, Solbes reconoció que había dicho lo que dijo a sabiendas de que las cosas pintaban ya realmente mal.
Shakespeare decía que el pasado es prólogo y quizá por eso, hemos empezado a escuchar a algún dirigente del PP (Javier Maroto) hablar de economía. Hablar de la situación económica y meter el asunto en el debate de la campaña electoral. Parecería de lo más pertinente visto que a fuerza de hablar de la crisis política enquistada en Cataluña -asunto crucial, ciertamente, pero no el único- corremos el riesgo de no prestar atención a otros temas clave de la vida nacional. Y nadie puede poner en duda que el grado de salud de nuestra economía es uno de esos asuntos visto que seguimos con el mayor índice de paro de toda la UE y hablando del futuro de las pensiones seguimos empantanados en el mar de los Sargazos.

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