Opinión

Los idus de abril

Panta rei", todo fluye. Nadie se bañaba dos veces en el mismo río hasta que llegó Pedro Sánchez al escenario de la política. Llegó, ascendió y cayó para después levantarse y volver a caer y volver a levantarse. En dos ocasiones. A la tercera -que es ahora-, sigue en lo alto pero está a la espera de los idus del 28 de abril o de su tercera resurrección. 
La encuestas del día siguiente al anuncio de la disolución de las Cámaras otorgan al PSOE ventaja sobre el PP y a éste un empate con Ciudadanos mientras que Podemos se despeña y Vox enseña la patita de una más que probable representación parlamentaria.
Son encuestas. Cocido de sociólogos sobre opiniones capturadas al vuelo y conjeturas sobre intenciones de voto a partir de lo que votaron quienes votaron la última vez y se dignan a recordarlo. Todo, pues, está en el aire. Como la primavera que éste año viene preñada de urnas y flores. Lo esencial es que vamos a poder votar. Y no una, ni dos, ¡cuatro veces en menos de tres meses¡ Una gozada si bien se mira y una responsabilidad si nos detuviéramos un minuto a pensar que es mucho lo que está en juego. Porque por razones diversas que nos llevaría lejos resumir, quizá desde los tiempos de la Transición, España, los españoles, no nos jugábamos tanto a la hora de optar por unos o por otros.
No es exageración, es preocupación. Porque a las incertidumbres que puedan derivarse de una desaceleración de la economía, se une la principal de nuestras incógnitas: el desafío independentista. Que sigue activo; que, pase lo que pase en las elecciones y con posteridad a las sentencias del juicio a los procesados por el "procés", al día siguiente, el conflicto seguirá allí. Como el dinosaurio de Monterroso. El problema seguirá en el aire. Pero no será lo mismo encauzar la solución por la vía de la conllevancia -la que predicaba Ortega y Gasset hace casi un siglo- o actuando de manera expeditiva suspendiendo la autonomía. Ninguna de las dos fórmulas tiene asegurado la resolución de la crisis, pero si queremos que Cataluña siga estando donde siempre estuvo, en España, ¡líbrenos Dios de los arcanos resultados que pudieran derivarse de la confrontación abierta! 
Nada contribuiría más a reforzar el arsenal victimista y falsario de los separatistas. En fin, a setenta días de la primera cita con las urnas, la única certeza es que la crisis catalana va a marcar a fuego la campaña electoral y, en función de los posiciones de unos y otros, también decantará el resultado. En ese escenario tan fluido es en el que Sánchez confía volver a resucitar. Se declara ateo pero espera un tercer milagro.

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