Opinión

¿Dónde está el PSOE?

Este ya no es el PSOE que hemos conocido, ahora es el partido de Pedro Sánchez". Con éstas o parecidas palabras se expresan en privado antiguos dirigentes del partido que asisten con resignación al proceso de erosión política por el que atraviesa la formación en la que todavía militan pero que como dijo no hace mucho Felipe González sienten que no les representa. Pero en público, callan. La sumisión de los barones territoriales a la línea de pactos con ERC y Podemos impuesta por Sánchez expresa el miedo a caer en desgracia ante quien desde su vuelta a la secretaría general controla todos los mecanismos de poder dentro del partido. Sánchez convoca al Comité Ejecutivo para informar sobre los pactos ya cerrados con ERC y Podemos. Pasa del Comité Federal. No quiere contrapesos como los que hace cuatro años le forzaron a dimitir. Ahora es el dueño del partido, una formación sumisa a la espera del reparto de cargos que se avecina.

Todo aquél ruido que en su día desembocó en el relevo de Sánchez, hoy es silencio. Con pequeños focos de discrepancia (García-Page en Castilla La Mancha o Javier Lambán en Aragón) que no van más allá del efímero fogonazo de los fuegos artificiales. Sus críticas al acuerdo con los separatistas no pasan de la broma de mal gusto de la vaselina. Llama mucho la atención, eso sí, la repentina afasia de Susana Díaz. Teme por su futuro al frente del partido en Andalucía y ahora que está fuera de la órbita del poder rampante de Sánchez ante los pactos con los separatistas está en la posición de los famosos tres monos del templo de Toshogu en la ciudad japonesa de Nikko. En el seno del PSOE se ha vuelto a escuchar aquello de que quien se mueve no sale en la foto, frase atribuida a Alfonso Guerra con parecidos fines pero en otras circunstancias.

Pedro Sánchez que convocó las elecciones de noviembre buscando un plebiscito y al perder votos y escaños barruntó que podía ser desplazado de la secretaria general y también como candidato a la presidencia del Gobierno llamó a Pablo Iglesias para ofrecerle todo aquello que había denostado durante la campaña. Ahora está llevando hasta sus últimas consecuencias los pactos con quienes le pueden mantener en La Moncloa. Gato blanco, gato negro. Para él las contradicciones y el olvido de sus promesas carecen de importancia. Tampoco parece que vaya a quitarle el sueño la tremenda erosión a la que está sometiendo al Partido Socialista.

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