Opinión

Silencios peligrosos

Se ha celebrado el Día Mundial contra el Suicidio. La idea es estupenda. Hasta ahora, el suicidio era tema tabú. Se aseguraba que hablar de él tenia un efecto imitación que podría ser realmente peligroso. Ignorar la realidad no conduce a nada. No es verdad que lo que no se cuenta, no existe y el suicidio, en nuestro país, como en tanto otros, existe.
Las cifras nos deben llevar a una reflexión profunda: En España, de acuerdo con los datos que han salido publicados y que no han sido refutados por nadie, indican que cada dos horas y media se suicida un compatriota. Hay once veces más muertos por suicidio que por comicios y los suicidios causan el doble de víctimas que los accidentes de tráfico. La horquilla de edad en la que este drama se ceba de manera especial va de entre los 15 a los 29 años.
El suicidio suele venir precedido por silencios inexcrutables y el silencio siempre es difícil de escuchar, de entender, pero lo cierto es que hay silencios muy peligrosos que por cerca que los tengamos como incapaces de descifrar.
Las personas que optan por el suicidio son personas que previamente a tomar una decisión tan dura y tan definitiva, han sufrido hasta el punto de no encontrar sentido a la vida, que sienten un cansancio infinito ante un nuevo día y estas sensaciones se manifiestan de manera muy sutil, tan sutil que incluso a los profesionales de la sicología se les puede escapar.
La salud mental que, todo hay que decirlo la presidenta de la Comunidad de Madrid mencionó en su discurso de investidura, es un aspecto al que en España no se le ha prestado la suficiente atención. Faltan profesionales y los que hay -la inmensa mayoría grandes profesionales- no optan por la Sanidad Publica y en el sector público no hay los suficientes. Solicitar cita para un especialista es cargarse de paciencia, una paciencia, una espera que no se soluciona con un ibuprofeno. Es una espera que ahonda y agrava la situación de la persona que lo demanda.
Es llamativo que sean los jóvenes los más vulnerables. Es verdad que hay problemas de paro, pero no, cuando un joven opta por suicidarse es por motivos más profundos. Un joven de 16 o 18 años no se siente apremiado por encontrar trabajo y sin embargo optan por acabar con todo, incluso con su propia esperanza.
No hay mejor remedio que la prevención. El asunto es complejo y extremadamente delicado que solo los profesionales de la sicología o de la siquiatra pueden dar pautas para evitar una decisión que si se consuma no tiene marcha atrás.
Muchos de nuestros jóvenes, y da igual que tengan o no familias con recursos suficientes, se obsesionan con su cuerpo, se creen que no valen para nada, que nadie les quiere y que se miran al espejo y sienten lastima de si mismos. Y todo ello envuelto en el silencio peligroso.
Que se hable de la realidad del suicidio es un paso adelante pero claramente insuficiente, por eso su abordaje y prevención es algo imprescindible. Dicen los expertos que una buena terapia es hablar, hablar de lo que preocupa, de lo que se teme, de lo que se aspira o de lo que nunca se ha tenido. Por todo ello, un clima de confianza, de afecto, de acompañamiento, se me ocurre que puede ayudar a quienes creen que es mejor acabar con todo.
Me estremece pensar que mientras escribo estas líneas, en algún lugar de nuestro país, un joven se ha empachado a pastillas para no despertar nunca más.

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