Opinión

Antídoto contra la violencia machista

Compadezco a los cargos públicos cuando tienen que salir a hacer una declaración cuando se produce un crimen de violencia de género. ¿Qué decir sin que parezca una infinita repetición de la condena? 
Es cierto que nunca hubo tantos medios: recursos económicos, y humanos: psicólogos, asistentes sociales, expertos en las fuerzas de seguridad, oficinas anti violencia machista en cada ayuntamiento, puntos de atención a las víctimas en festivales, romerías y fiestas populares de toda índole. Desde luego abundan los paliativos.
Las víctimas cuentan con una importante red de apoyo, siempre que decidan hacer uso de ella, claro está. Desde la atención más cercana en los CIM, pasando por los juzgados, Xunta y Diputaciones que ofrecen asistencia en la materia... Y sin embargo el fenómeno sigue presente como un virus endémico.
Lo ideal sería poder actuar con mayor eficacia antes de que el drama del maltrato se produzca. 
Estamos todos de acuerdo en que la educación es el pilar que sostiene todo el andamiaje mental que permite poner freno a la violencia, y, creo,  debemos hacer un esfuerzo mayúsculo en la educación en las familias. Es ahí donde se forjan las personas, es ahí donde se reciben principios, valores, ideas, ese cúmulo de materia ética y moral que nos permite distinguir lo correcto de lo pernicioso, el respeto de la insolencia, la colaboración del sometimiento.
En paralelo,  la educación académica en todos sus niveles debe servir para completar el desarrollo.  La formación es la clave para la integración de las mujeres en el mercado laboral, la llave para el reconocimiento social y para su solvencia económica, en definitiva, para que sea realmente libre. 
¿Cuántas mujeres aguantan en silencio el maltrato y las humillaciones de un marido o pareja de quien dependen económicamente ellas y sus hijos?
La dependencia económica actúa como un verdadero potenciador de la violencia, así lo explica la psicóloga experta en la materia, Barbara Zorrilla: "Cuanto más sometida y más subordinada esté la mujer a su agresor, más legitimado se siente él para seguir incrementando esa violencia que ejerce".
No es difícil imaginar o comprender hasta qué punto el factor de dominación y dependencia económica puede convertirse en una herramienta de enorme eficacia para un maltratador, al tiempo que para ella se supone una losa de la que le resultará muy difícil desprenderse.
Las cifras así lo demuestran: Un 71% de las mujeres víctimas destaca el desempleo y las situaciones de precariedad como los principales frenos para denunciar, según datos del Observatorio contra la Violencia de Género.
La independencia económica puede actuar como un auténtico antídoto contra la violencia. No digo que sea una vacuna que la elimine de cuajo,  pero sí  puede otorgar a la mujer que se encuentra en una situación de agresión, las fuerzas necesarias, la seguridad psicológica para negarse a continuar soportando una vida de vejaciones.

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