Opinión

Todo el caldo y sin patatas

La terca ambición, la roma inteligencia y la imprescindible falta de principios y ética son hoy la fragua del triunfo. A la prueba de nuestro propio presidente del Gobierno me remito. Las consecuencias del mismo es ya esa otra harina de la que nuestra cada vez más abducida sociedad no quiere ni mirar. Hasta que de nuevo le vuelva a caer encima el sartenazo y entonces se pongan todos a chillar y echarle la culpa a alguien. Excepto a su propia y olvidadiza estupidez.
Sánchez con sus tres premisas a cuestas, que han de unirse a un cuarto aditamento para construir del todo su personalidad, el de la soberbia y engreimiento más hinchado, se hay metido y nos mete, que es lo malo, en un pantanal de los de muy difícil tránsito. Su bravuconería le ha salido por la culata. A Iglesias, que estaba socarrado en las urnas y en su partido, le ha puesto a huevo la redención sin tener que renunciar, en realidad, a nada, pues todo queda en la satrapía familiar de la pajera alfa y está a punto de inaugurarse en España y cortarse la cinta en la dacha de Galapagar, el cargo de Vicepresidente Consorte.
El PSOE está comiéndose con patatas, con la destartalada Carmen Calvo, ese absurdo siempre alborozado consigo mismo, la rendición ante la extrema izquierda populista, anticonstitucional y aliada del separatismo, que entrará también en el ajo, porque aquí lo único importante es que Sánchez siga en la Moncloa.
Es donde su Pedro les ha conducido. Su carcasa, muy aparente sin duda, esconde tan solo el pétreo relleno de su ego mineralizado y la habitual e imbécil fatuidad de creerse los más listos porque una vez les salio bien el hacer el onagro es lo que les ha colocado en la peor tesitura y tener que tragar con la aberración que está a punto de consumarse en el grado de ¿No quieres caldo?. Pues cinco tazas. Claro que eso a Sánchez le importa un bledo. Será presidente y de lo que pase y suceda ya se encargará la propaganda y el agitprop de convencer, que lo harán no les quepa duda, de que el fangal es un lago cristalino y en cualquier caso él no tiene culpa alguna.
Pedro Sánchez, en los acelerados capítulos de degradación política a los que estamos asistiendo, ha dado una vuelta de "tuerka" al doctrinario socialista, oculto bajo las pertinentes toneladas de demagogia, mendacidad y palabrería. La patria es, en verdad, el Partido y la sigla, el grial y el santuario. Pero como el Partido es ÉL, pues su mismidad es la patria y sus intereses los suyos propios.
Lo que vamos a vivir de aquí al jueves, el inaudito esperpento de la almoneda de España, que la abrumadora y masiva opresión comunicacional de los medios mas doctrinarios, sectarios y genuflexos conocida en la historia se encargará de presentar como el más normalizado de los jolgorios, lo de poner abrirá un futuro que más bien a lo que se asoma es a uno de nuestros peores y tenebrosos pasados. Pero con Sánchez de presidente, que es lo único que a Sánchez le importa.

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