Opinión

La maligna garrapata

 

Un año fue el pánico al filete, la muy pavorosa historia de las vacas locas y los consejos de la Villalobos de como hacer el cocido. No fue manca tampoco en la cosa de meter miedo lo de los pollos, la gripe aviar con una señora asiática de la OMS diciendo que o nos vacunábamos todos o la palmábamos en masa. Nos vendieron, los laboratorios hicieron no caja, sino cajón, 16 millones de dosis de las que dos terceras partes para lo único que sirvieron fue para crear el problema de como destruirlas luego. Luego tuvimos lo del ébola y aquello fue el acabose, con las teles del agitprop retransmitiendo la agonía de la auxiliar de clínica contagiada. Cuando se curó hubo un intento de ficharla, a ella, a su marido o a la portavoz vidente, como ingrediente del potaje de la telebasura (que ahora hay dos: la tradicional casquería erótico-sexual o la político-propagandística), pero no dio share y se optó por el Pequeño Nicolás que de eso vive, hasta que acabe en trullo.
Este año yo me temí que la cosa de asustarnos, porque lo de la política ya no asusta y cada vez da menos audiencia, y provoca cada vez más arcadas de hastío, iba a ser la garrapata. La maligna garrapata llegada de algún lejano confín pero que ya habita entre nosotros. Tenía posibilidades, pero veo que no ha cuajado aunque algún intento ha habido.
La garrapata, aunque no trasmitan la fiebre esa que ha acabado con la vida de una persona, que se sepa, han sido siempre unos bichos muy malos. Eso lo sabe todo el personal que pisa el campo. Esta en concreto es una infectada de un virus lejano que puede haber traído por ejemplo un ave. Como su propio nombre indica garra-pata, se agarran como si tuvieran garfios y no hay quien se las quite. Además hay que tener mucho cuidado pues al arrancarlas se puede quedar la minúscula cabeza dentro de la piel. Hay remedio casero, como el aceite y contundentes, quemarlas con el cigarrillo, pero ahora no todos gastan tabaco. La cosa, sea como fuere, es que no quede resto del bicho dentro.
Esta de ahora, por lo visto, es de lo peor, pero he de decirles que con las garrapatas, en su conjunto, hay que tener cuidado. Nosotros y nuestras mascotas, en especial los perros, que a los pobres se los comen vivos en un descuido. A mi buen Lord, uno de esos bichos, también portador de un extraño virus llegado de África con animales importados para zoos casi se lo llevo por delante de jovencillo, al no saber que era lo que tenía y menos mal que una veterinaria magnifica descubrió la causa. Vivió luego casi 16 años. Pero hay mucho casos humanos, muchos más de lo que parece, en que la picadura de una garrapata ha originado serios problemas de salud e incluso más muertes de las que salen como esta en la prensa. Fiebres crónicas y hasta invalideces motoras son algunas resultantes de las enfermedades que pueden trasmitir. O sea, que tenían su aquel para montar una campaña de miedo televisivo y crear el síndrome garrapata.
Pero o no era la época o el personal ya está más reacio, el caso es que no ha cuajado. Y me alegro. Las garrapatas, lo tengo dicho, son unos bichos muy, pero que muy, malos. Pero haberlos lo hubo siempre y de siempre han picado. La cosa es saber qué hacer y como tratarse. Lo primordial es descubrir el origen, que suele ser en lo que tardan en caer los médicos, mayormente los urbanos. Pero bien está que no hayamos entrado en pánico. Así que seguiremos con lo nuestro, o sea el garrapateo político del que no hay manera de librarse. ¿O son ladillas?

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