Opinión

Argentina inicia el giro en Iberoamérica

Tenemos tantos problemas por aquí, por España y por Europa, que ocuparnos de lejanías resulta complicado. Pero Argentina nos es cercana, nos incumbe, y lo que allí sucedió el domingo tiene una trascendencia que va mucho más allá de un cambio de gobierno. El nuevo presidente, Mauricio Macri, no es peronista y eso supone una novedad tan asombrosa que ni siquiera los argentinos llegaban a creérsela.
Este pasado verano, hace nada, esto parecía un imposible. A los Kichner, que habían dominado el país durante doce años, primero el marido y luego su recauchutada viuda, le sucedería otro peronista que cambiaría, obligado, algunas cosas que ya no se sostenían, para seguir en lo mismo. El presidente se iba a llamar Scioli y todo estaba dispuesto. Las encuestas no ofrecían allá por julio la más mínima posibilidad al candidato liberal. Pero llegó agosto y lo que salió de las urnas dejó, al país y a Iberoamérica, perplejos. Ganaba el peronista, sí, pero por dos exiguos puntos, necesitaba ir a segunda vuelta y eso era una derrota. O su preludio. El día 21 se consumó, Macri alcanza la Casa Rosada y hay quien sigue estupefacto.
El peronismo es el más antiguo y enquistado de los populismos caudillistas que tanto mal han hecho y hacen al continente americano. Se tiñen y destinen de las más diversos colores que en esencia siguen siendo lo mismo y en los últimos lustros habían ido avanzando de tal modo y manera que plagaban ya toda la zona y parecía que se impondrían de manera absoluta y de manera cada vez más atrabiliaria.
El cambio en Argentina, y hay que felicitar a sus ciudadanos, ha sido maduro, de gran normalidad democrática- eso hay que agradecérselo también, y mucho, al derrotado- y marcando un camino de estabilidad institucional que puede ser determinante para años venideros y para países del entorno.
Porque Argentina puede marcar una tendencia, puede abrir un camino que cada vez se hace más necesario. El triunfo de la oposición aún ante un peronismo que controlaba, y pareciera que desde siempre y para siempre, todos y cada uno de los resortes de poder resulta una noticia de tal dimensión que puede valorarse como el principio de un giro trascendental en todo el Continente. Porque detrás de Kichner, que es contra quien han votado los argentinos, va Maduro, ahí a primeros de diciembre, que ha logrado la hazaña, ciertamente reiterada por estos caudillos, de convertir al país más rico en recursos en un campo de miseria y violencia. Lo que hoy temo es que, aunque el resultado sea como en Argentina y según todas las encuestas demoledor, este se adultere o hasta se vulnere. Las amenazas de Maduro al respecto son preocupantes, pero el lunes ha despertado con la peor de las noticias: Argentina.

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