Opinión

Tronante Iturgaiz

En una de sus primeras declaraciones como cabeza de lista del PP a las elecciones del 5 de abril en el País Vasco, Carlos Iturgaiz, sustituto del defenestrado Alfonso Alonso, se ha referido a la necesidad de combatir el "fascio-comunismo" que pone a España en "estado de alarma" frente a un "enemigo que viene a destruir lo que tanto nos costó construir".

La épica, como resorte electoral de freno al nacionalismo vasco. Nos remite al tiempo en que sí pudo funcionar así. Me refiero al resistente PP de los años de plomo, sangre, sudor y lágrimas, marcados por una banda terrorista con la bota puesta encima de la sociedad vasca. Entonces el PP de Iturgaiz (1996-2004) tuvo los mejores resultados con lemas antinacionalistas y antiterroristas. Unos y otros eran inseparables en aquellos años de amarga memoria.
Pero con la desaparición de Eta el PP perdió el discurso y, hasta ahora, no ha acertado en sus intentos de reinventarse en el lado del constitucionalismo. Por tanto, me parece un error creer que recuperar aquel discurso significa reverdecer los viejos laureles en el plano electoral. Pintar a hora una España en estado de alarma porque "el PSOE se ha echado en brazos de los batasunos" y hay que "salvar a España de lo que se le viene encima" me parece una excentricidad muy despegada de los hechos reales.

De esta primera declaración de intenciones me quedo también con su elogio a Santiago Abascal, líder de Vox, que en los años difíciles fue jefe de las juventudes del PP vasco. Es de dudosa eficacia este masaje político a la extrema derecha, aunque se gaste un discurso intercambiable con el del reaparecido Iturgaiz. Y eso es lo malo. Que los dos discursos se parecen demasiado en su radicalidad antisocialista y antinacionalista en una sociedad vasca con hambre atrasada de sosiego.

Desde la dirección nacional del PP se encaja la destitución de Alonso y la propuesta de Iturgaiz en la idea reconstructora del centro-derecha constitucional. Se trataría de poner en el País Vasco la semilla de una futura coalición nacional (luego vendría Cataluña), que sume esfuerzos para echar a Pedro Sánchez de Moncloa. Básicamente, una confluencia PP-Ciudadanos. Pero entonces, ¿por qué no se ha procedido de ese modo en Galicia donde, al igual que en el País Vasco, Ciudadanos también carece de representación parlamentaria?

Allí los alegatos de Génova contra los "proyectos personalistas que obstaculizan el "proyecto unificador del centro-derecha", que es la pedrada que derribó a Alonso, se frenan en seco. Y es que Núñez Feijó está blindado con la mayor facturación electoral registrada en la historia del PP. Así que no es el personalismo lo que se interpone en la política refundadora del centro derecha, sino las relaciones de poder, que funcionan con la mismas reglas también a escala de partido.

Te puede interesar